domingo, 31 de octubre de 2010
Un chófer para Revilla
Leo en El Diario Montañés que se busca chófer para el coche oficial de Miguel Ángel Revilla. De momento ya hay más de quinientos aspirantes al puesto. Claro, es necesario, entre otras cosas, aprenderse el Estatuto de Autonomía, la Ley de Igualdad, el convenio colectivo para el personal laboral al servicio de la Administración, el Reglamento de Vehículos, la normativa de infracciones y sanciones, las leyes de seguridad vial, el mapa de carreteras de Cantabria, los conceptos básicos de mecánica, de primeros auxilios y de protocolo. Uf… ¡demasiado para Gálvez! Lo que no se indica en las bases es cómo habrá que colocar las anchoas en el maletero para que no huelan demasiado ni se descompongan cada vez que Revilla se acerque a La Moncloa para saludar a Zetapé, o al Ministerio de Fomento, para recordarle a José Blanco eso de “qué hay de lo mío”, referido al trazado del AVE Madrid-Santander sin tener en cuenta esa “Y”, o sea, esos dos ramales, uno a Santander y otro a Bilbao que, según el ministro, supone un ahorro considerable de costes. Revilla tiene mucho interés en recordarle a José Blanco que una cosa es el País Vasco, con todas su prebendas adicionales y bendiciones “monclovitas”; y otra muy distinta Cantabria, donde “nunca esta ni se la espera” a la hora de la toma de decisiones políticas desde Madrid. Para el Gobierno Central no es lo mismo negociar pactos con el “Lehendakari” López, que hacerlo con el “Lindacara” Revilla a efectos de apoyos puntuales en el Congreso de los Diputados. Por esa razón, entre caja de bocartes y chupadas de cigarro habano, siempre que puede le recuerda Revilla al ministro del ramo (que es como se decía en los telediarios en blanco y negro) que para ramales, lo que se dice ramales, ya está en el mapa Ramales de la Victoria, que es la estación de ferrocarril a la que acude en bicicleta el cartero todas las mañanas para recoger la correspondencia de Lanestosa, de Sangrices y de buena parte del Valle de Carranza. Revilla es consciente de que a Santander ya se la “dieron con queso” a principios del siglo XX con aquel trazado del “Santander-Mediterráneo” que, de haberse concluido, habría permitido que los barcos atracasen en Santander y descargasen la mercancía sobre ferrocarril. Éste se habría encargado de transportarla hasta Valencia en cuestión de horas, frente a la semana que tardaba un buque mercante en recorrer la costa. Lo malo es que se quedó en Cidad de Valdeporres-Dosante. Es decir, que por no terminar los 60 y pocos Km. que faltaban hasta Santander, se cerraron los más de 600 Km. de vía férrea hasta Caminreal en 1985. La política es así y el “Lindacara”, que es un lince, lo sabe.
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