sábado, 26 de febrero de 2011

La nevera de Currito


En su columna de hoy en el diario ABC de Sevilla, Antonio Burgos, ese pedazo de maestro del bien hacer con la pluma estilográfica, no como otros que sólo utilizan la pluma de indio para desguazar el señorío ajeno, cuenta que “Currito, nieto de Rafael Vázquez Garcés, viendo cómo su madre y su abuela hablaban de cambiar la nevera y de cómo tenía que ser la nueva, comentó sin descomponer la figura y como quien no quiere la cosa:--Mamá, cuanto más grande sea la nevera, más se notan las fatigas”. Cuando yo tenía 15 años y todavía no me dejaba el hombre de la puerta pasar a la sala de cine para ver películas para mayores, recuerdo que vecinos de mi escalera, por aquello del “desarrollismo” y de las horas extraordinarias a tutiplén, comenzaron a tener las primeras “kelvinator”, que eran unas neveras grandes, en las que podía caber bien troceado y sin esfuerzo la aguja, el espinazo, el morcillo, el lomo, el solomillo, el costillar, la falda, la cadera y hasta el rabo de una vaca. Lo normal hubiese sido que aquellos cajones blancos, que cada equis minutos rompían el silencio de la habitación con el retumbo que producía el compresor, los enchufasen en las cocinas, que por entonces eran mas amplias que las actuales. Pero no era así. Aquel nuevo electrodoméstico lo instalaban en el comedor, o en el cuarto de estar, y si no había enchufe se ponía de inmediato, para que las viesen las visitas y sintieran “sana envidia” y fueran conscientes de lo importante que era para los españoles poder disfrutar de esos “25 años de paz” que se plasmaban en las paredes de los establecimientos públicos con la cara sonriente de Franco. Y, allí, frente al tresillo de “skay”, quedaba la nevera, el calendario enmarcado con un tema de caza de “Explosivos Río Tinto”, el diploma de “secretariado” de la niña mayor, y un monitor de televisión con más fondo que un ataúd, que era la ventana que asomaba en blanco y negro a los triunfos en Europa del Real Madrid y a los programas que presentaba Torrebruno los sábados por la noche. Currito, el nieto de Rafael Vázquez Garcés, conoce las neveras de hoy, a las que ahora llaman frigoríficos, y que a veces hasta se llenan, si el encargado de Mercadona ya nos conoce y nos hace la caridad de poner con cuidado en la parte superior del cubo de la basura, ese que está en la calle, los productos que ya han caducado y que no se deben vender al público, pero que todavía se pueden utilizar con aprovechamiento para acallar el compresor de las tripas si no somos demasiado triquismiquis.

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