jueves, 3 de febrero de 2011
La chuleta ilegible
El hecho de que una chuleta sea ilegible no tiene importancia. A mí me sucede con frecuencia cada vez que mi mujer se empeña en que le haga la compra en Mercadona. Ella me dicta lo que necesita para la cocina y yo me limito a anotar en una hoja de bloc sin rechistar. Lo malo llega cuando frente a la estantería de las latas de conserva, o de los lácteos, no sé muy bien si la leche tenía que ser entera o desnatada, o si el aceite de oliva lo prefería virgen o mártir. El problema arranca de mi falta de atención cuando me dicta y de mi mala caligrafía. Supongo que ello se deberá a que mi mente va más deprisa que mi lapicero, algo parecido a lo que le sucede a Manuel Fraga cuando habla cortando las palabras, dando por hecho que debemos entenderle. Otra cosa, sin embargo es lo que le ha ocurrido a Mariano Rajoy en el canal televisivo Veo7 a preguntas de una señora angustiada por el problema del paro. A Rajoy no es que se le hubiera olvidado la chuleta, que la llevaba, sino que no supo descifrar en lo que en ella ponía. Rajoy, que no tuvo en su día inconveniente en aprenderse de carrerilla la Ley Hipotecaria y demás zarandajas, que tiene tela, para ser registrador de la Propiedad, no ha sido capaz de poder leer lo que ponía en un papelito. Y es que el problema del paro es de difícil manejo, como lo era el concepto de la familia para Mariano Osorio Lamadrid, marqués de la Valdavia. Mariano Rajoy es hombre inteligente, que habla en castellano, piensa en gallego y escribe en esperanto. Y así sólo se podría aclarar leyendo la chuleta, de haber vivido hoy, un tal Lázaro Zamenhof, que tan buen servicio hubiera podido llevar a cabo ahora en el Senado de Babel que nos ha tocado en suerte.
(Dedicado a don Antonio Burgos)
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