martes, 22 de febrero de 2011
Licor para costaleros
Los de Granada han ido más lejos todavía. Han creado un licor que denominan como “Crema del Penitente”, hecho a base de miel, jalea real y no sé qué leches. Cuenta el fabricante que su olor recuerda el incienso de las procesiones de Semana Santa. Ahora que no se puede fumar en lugares cerrados, ¿permitirá el Gobierno que el humo de los incensarios tenga una justificación merecida dentro de los templos? Por si las moscas, José Espadafor, que así se llama el gerente de Industrias Espadafor y fabricante de la celestial pócima, ya empieza a comercializar la “crema del penitente” de marras, que nada tiene que ver con la receta casera del “Bayleis” ni con la dulzona “crema Catalana” ni con la “crema de Alba”, de Williams Humbert, ni con el “licor Cualquiercosa”, de Barrau, Canaleta y Cía., ni con el “Chartreuse” que fabrican los cartujos. Recuerdo que en cierta ocasión, hace muchos años, me dieron a probar el “licor Cualquiercosa” en el casino de un pueblo de Zaragoza, que en tiempos de Franco no se llamaba casino sino círculo, que era denominación a todas luces más cursi pero en nada relacionada con aquellas famosas casas de esparcimiento en tiempos de la República. Su sabor me pareció una mezcla de “Calisay” con olor a alcanfor y a caries de portera. Habrá que preguntar, por otro lado, al Cabildo Metropolitano de Santiago de Compostela si, de ahora en adelante, podrá ponerse en marcha el balanceo del botafumeiro, que también produce una zorrera de humo considerable en el interior de la Catedral. También de ahora en adelante, los costaleros, esos ganapanes que no ven nada de lo que acontece en su entorno por ir ocultos bajo la peana con el santo a cuestas, podrán tomar en cada parada de descanso un sorbito de “Crema del Penitente” pasa tomar fuerzas y soñar que están en la pomada, o sea, entre manolas con peineta, cofrades con cirios, civiles con tricornio, saeteros en los balcones y ese gentío multicolor que disfruta mucho más cuando matan al Mesías en Semana Santa que cuando nace por Navidad. Los tragos de licor, aunque sepan a humedad de catedral o a incienso, contribuirán a que desaparezca la melancolía de unos sufridos cargadores que se acuerdan de la madre del imaginero cada vez que se “comen el marrón” año tras año y cargan, por mor de la afición, con una peana de la “coronación de espinas” que pesa más que el baúl de la Piquer.
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