miércoles, 4 de mayo de 2011
Antihéroes necesarios
El mundo que entendemos por civilizado se está quedando sin enemigos a los que borrar del mapa. Primero eliminó a Madmoud Hassan Usein, sobre el que se pensaba que disponía de armas químicas; ahora, aunque carezco de pruebas contundentes que lo confirmen, han puesto fin a la vida de Osama Ben Laden. Ya sólo queda en el tablero de los antihéroes del momento Muamar el Gadafi, que se resiste a que la OTAN le dé jaque mate. Lo que ya no entiendo es que a la captura y muerte súbita de Ben Laden en Pakistán la hayan denominado “Operación Gerónimo”, (así, con ‘g’, como el sillón en la RAE de Soledad Puértolas) en recuerdo de aquel jefe piel roja hostigado desde su juventud por los poderosos invasosores de un territorio que nunca les perteneció, en esa incesante crónica de la infamia. No pasa nada. Cuando Gadafi muera en combate o ponga pies en polvorosa, los norteamericanos y sus aliados en Europa buscarán a otro antihéroe al que combatir para dar salida a las armas estancadas y, ya de paso, contentar a los fabricantes de esas máquinas de muerte que siempre aúpan a la Casa Blanca al que, más tarde y desde el Despacho Oval, les puede dar de comer y hasta hacerlos multimillonarios. Cuando no exista un antihéroe al que liquidar y una población civil sufriente por eso que en la milicia se denomina como “daños colaterales”, se inventará un nuevo personaje con aspecto de monstruo genocida. La foto de las Azores, por ejemplo, no fue cosa distinta a un juego de rol entre el primer ministro inglés Tony Blair y un George W. Bush que en 2001 había rechazado de plano el Protocolo de Kyoto, que promovió una acción urgente en Iraq tras el desastre de las Torres Gemelas convencido de que, además de disponer de unas armas biológicas que nunca se encontraron, financiaba terroristas, cuando todos sabemos sin ningún género de dudas de que los recursos petrolíferos iraquíes eran el motivo real. Conviene recordar que el 14 de diciembre de 2008, durante una visita sorpresa a Iraq, un reportero de televisión, Muntadar al-Zeidi, le lanzó dos zapatos y lo insultó con las siguientes palabras: “¡Toma tu beso de despedida, pedazo de perro!”. En la cultura árabe arrojar los zapatos está considerado como una de las mayores ofensas. Bush más tarde bromeó “Era una talla 43”. Ya veremos con qué bromas nos sale Obama el día que Pakistán tome represalias. Ben Laden estaba desarmado cuando lo mataron. El mundo está en alerta ante la amenaza de Al Qaeda. Me gustaría saber si José María Aznar tiene algo que decir al respecto. La foto de las Azores se está quedando sepia y con ese expresidente del Gobierno de España, que está pero que no está, que hace callar a Rajoy cuando él habla, y que cuando habla en el extranjero parece que estuviera en posesión de la cuerda de trenzado, los demócratas vamos listos. O, al menos, a mí me lo parece.
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