lunes, 30 de mayo de 2011
Descarrilados
También es mala suerte. Resulta que en Aragón, donde nunca pasan cosas importantes, donde nada de lo que acontece por estos pagos sale en los medios de comunicación, donde una de nuestras provincias ha tenido que utilizar el eslogan de “Teruel existe” para que los políticos de la Corte sepan que hay vida al sur de Zaragoza, en Aragón, digo, nos acaba de mirar el tuerto. Hoy tenía prevista su visita a la capital del Ebro el jurado que deberá elegir la Capital Europea de la Cultura de 2016. Pues nada, hoy, precisamente hoy, descarrila un tren “Avant” en Calatayud y se bloquea durante varias horas el tráfico del “Ave” Madrid-Barcelona, para que lleguen con varias horas de retraso cuatro de esos miembros del jurado encabezados por el austríaco Manfred Gaulhofer. Ya veremos cómo cierran sus impresiones tras el descarrilamiento del tren en Calatayud y el asunto de los pepinos envenenados en plena efervescencia. Por lo pronto, cuando lleguen al Ayuntamiento de Zaragoza se encontrarán con los acampados del Movimiento 15-M reflexionando o abriendo turno de palabra delante de la puerta. Zaragoza, más que capital de la Cultura es la capital de un desierto. Los apoyos políticos, empresariales y sociales para la candidatura a Capital Europea de la Cultura quedan muy bien sobre el papel, pero nuestra región, mal gobernada dentro y peor valorada fuera, cuenta con una capital de provincia, la única existente hoy en España, que no dispone todavía con ferrocarril directo con Madrid. Y nuestro grito ante la injusticia se pierde como el ruido de un disparo de escopeta entre los cerros del desierto de Monegros. A este paso, día llegará en el que las enciclopedias señalarán a Teruel sólo como mera referencia de refriegas de combates entre hermanos en la última guerra civil y como territorio donde antaño se explotaron minas de carbón. Y eso da mucha pena. Pretendemos dar de tejas para afuera una impresión distinta a nuestra propia realidad. Nos hemos convertido en lo más parecido a aquellos tipos carpetovetónicos de pan pringado que, para hacer ver que veraneaban en San Sebastián, cerraban las celosías de sus ventanas durante todo el verano y procuraban no salir de casa.
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