viernes, 27 de mayo de 2011
Juan Ignacio Zoido
Veo correcto que el recién elegido como nuevo alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, haya anunciado que desea adoptar nuevas medidas cuando tome posesión de su cargo. Yo me había alegrado, suponiendo que iba a desmontar las “setas” de la Encarnación antes de que se cayesen solas, que camino llevan, o que iba a regular el tráfico de bicicletas por las calles estrechas, esas del estilo de Puente y Pellón o de los Hermanos Álvarez Quintero, en evitación de que un ciclista pudiese llevarse a un peatón por delante, pongamos por caso, cuando saliera de cambiar el agua del radiador de la oficina de las tripas en la “bodeguita Romero”. Pero no. Lo que Juan Ignacio Zoido pretende es cambiar los azulejos de una calle que Alfredo Sánchez Monteseirín le dedicó a la actriz Pilar Bardem en 2009, y ponerle otros azulejos, no sabemos dónde, a Antonio Burgos. Hombre, está claro que Antonio Burgos no sólo merece una calle en Sevilla sino que, si por mi fuese, ya le habría colocado una estatua como la de doña Cayetana, no en los Jardines de Cristina, que es un buen sitio, sino en el centro de la Plaza Nueva; y otra en Cádiz, que es La Habana con más salero; y otra en La Habana, que es Cádiz con más negritos. Pero quitarle a Pilar Bardem su calle de Sevilla tampoco es de recibo. De acuerdo que la cruza Cardenal Bueno Monreal y que le sigue a Felipe II, que fueron dos autoridades de mucho peso, pero se contrarresta con las próximas de José Saramago, el que dijo aquello de que "Dios es el silencio del universo, y el ser humano, el grito que da sentido a ese silencio"; y la de Malvaloca, que “era por toas sus esquinas una flamencona de vaya por Dios”. O sea, que Juan Ignacio Zoido debería sopesar los pros y los contras de su decisión antes de quitar los azulejos a Pilar Bardem, aunque naciese en Sevilla por casualidad. Pilar Bardem pertenece al club de la ceja de la misma manera que Estrellita Castro fue afecta al cenáculo del caracolillo. Juan Ignacio Zoido ha leído el “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías” y se ha puesto a recitar: “¡Que no quiero verla!/ Que mi recuerdo se quema. / ¡Avisad a los jazmines/ con su blancura pequeña!”. Y en eso está.
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