Una noticia aparecida hoy en Heraldo de Aragón me llena de sonrojo. Hace referencia a la
recaudación por multas de tráfico practicadas por la Policía Local. Tal
recaudación está por debajo de las previsiones de “crecimiento”. Dicho así, pareciese que estuviéramos hablando de
los beneficios del “Santander”. El
Ayuntamiento había previsto recaudar 10 millones de euros pero sólo se han
recaudado 8’8 millones; y esa cifra es sensiblemente menor que en 2018, cuando
se recaudaron 10’5 millones por ese concepto. Undescenso equivalente al 16’3 sobre el año
anterior. Señala ese diario que “se trata de una de las partidas que más cuesta
anticipar a los responsables municipales, ya que no solo fluctúa en función
del número de sanciones, sino que también influyen la morosidad por parte de
algunos conductores o los descuentos por pronto pago”. Ese
descuadre en las previsiones recaudatorias parece que son debidas principalmente a las
campañas de sensibilización, a la carencia de agentes (300 plazas vacantes en
la Policía Local) y a una reducción paulatina del tráfico rodado en la ciudad.
A ver si nos entendemos: lo que le interesa al Ayuntamiento de Zaragoza es que
los ciudadanos incumplan las recomendaciones de la DGT, que dejen el turismo
encima de las aceras y en los parterres cuando no encuentren aparcamiento, que
utilicen el auto hasta para ir a comprar el pan, que vayan a velocidades
inadecuadas para que puedan ser captados por los radares, que no paguen las
multas de inmediato para no tener derecho al correspondiente descuento , y por
último, que se incremente considerablemente el número de agentes, para que
multen mucho, para que se puedan cumplir las expectativas y aumenten los
ingresos municipales a mayor gloria de Jorge
Azcón, actual alcalde al que no tengo el gusto de conocer. Los municipios
necesitan recaudar para poder gestionar. No cabe duda. Pero también hay que saber
gestionar bien el dinero que procede de los ciudadanos, pese a que la egabrense Carmen Calvo dijera que el dinero público no es de nadie (29 de
mayo de 2004 en entrevista de ABC). Dice
un verso de Ezra Pound: “El latín es sagrado, el trigo es sagrado”. Ello viene a
cuento con la anécdota del topónimo egabrense (de Igabrum, referidoa la
sacerdotisa de Isis Isiaca Igabrensis) que creo haber
contado ya alguna vez: Parece ser que el ministro José Solís, natural de Cabra (Córdoba), pronunció un discurso en
las Cortes Españolas sobre la reforma educativa en el que abogaba por menos
latín y más gimnasia. Desde su escaño escuchaba Adolfo Muñoz Alonso, entonces rector de la Universidad Complutense,
que al hilo del parlamento de aquel demagogo se iba cabreando. En un momento
dado, cuando Solís se preguntó "¿para qué sirve hoy el latín?", Muñoz
Alonso replicó desde su asiento: "Por ejemplo, ministro, para que a su señoría,
que es de Cabra, le llamen egabrense y no otra cosa más fea". Yo también a
la actual vicepresidenta primera del Gobierno la llamo egabrense por ser de
Cabra y por no decirle otra cosa. En resumidas cuentas, ya por terminar, no se
deben hacer nunca previsiones sobre el dinero que “podría” recaudar el
Ayuntamiento por las expectativas de futuras multas de tráfico. Las apuestas a
futuro, que lo sepa el Alcalde, siempre tienen un precio de financiación.
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