lunes, 9 de marzo de 2020

Afán recaudatorio



Una noticia aparecida hoy en Heraldo de Aragón me llena de sonrojo. Hace referencia a la recaudación por multas de tráfico practicadas por la Policía Local. Tal recaudación está por debajo de las previsiones de “crecimiento”. Dicho así, pareciese que estuviéramos hablando de los beneficios del “Santander”. El Ayuntamiento había previsto recaudar 10 millones de euros pero sólo se han recaudado 8’8 millones; y esa cifra es sensiblemente menor que en 2018, cuando se recaudaron 10’5 millones por ese concepto. Un  descenso equivalente al 16’3 sobre el año anterior. Señala ese diario que “se trata de una de las partidas que más cuesta anticipar a los responsables municipales, ya que no solo fluctúa en función del número de sanciones, sino que también influyen la morosidad por parte de algunos conductores o los descuentos por pronto pago”. Ese descuadre en las previsiones recaudatorias  parece que son debidas principalmente a las campañas de sensibilización, a la carencia de agentes (300 plazas vacantes en la Policía Local) y a una reducción paulatina del tráfico rodado en la ciudad. A ver si nos entendemos: lo que le interesa al Ayuntamiento de Zaragoza es que los ciudadanos incumplan las recomendaciones de la DGT, que dejen el turismo encima de las aceras y en los parterres cuando no encuentren aparcamiento, que utilicen el auto hasta para ir a comprar el pan, que vayan a velocidades inadecuadas para que puedan ser captados por los radares, que no paguen las multas de inmediato para no tener derecho al correspondiente descuento , y por último, que se incremente considerablemente el número de agentes, para que multen mucho, para que se puedan cumplir las expectativas y aumenten los ingresos municipales a mayor gloria de Jorge Azcón, actual alcalde al que no tengo el gusto de conocer. Los municipios necesitan recaudar para poder gestionar. No cabe duda. Pero también hay que saber gestionar bien el dinero que procede de los ciudadanos,  pese a que la egabrense Carmen Calvo dijera que el dinero público no es de nadie (29 de mayo de 2004 en entrevista de ABC). Dice un verso de Ezra Pound: “El latín  es sagrado, el trigo es sagrado”. Ello viene a cuento con la anécdota del topónimo egabrense (de Igabrum, referido a la sacerdotisa de Isis Isiaca Igabrensis) que creo haber contado ya alguna vez: Parece ser que el ministro José Solís, natural de Cabra (Córdoba), pronunció un discurso en las Cortes Españolas sobre la reforma educativa en el que abogaba por menos latín y más gimnasia. Desde su escaño escuchaba Adolfo Muñoz Alonso, entonces rector de la Universidad Complutense, que al hilo del parlamento de aquel demagogo se iba cabreando. En un momento dado, cuando Solís se preguntó "¿para qué sirve hoy el latín?", Muñoz Alonso replicó desde su asiento: "Por ejemplo, ministro, para que a su señoría, que es de Cabra, le llamen egabrense y no otra cosa más fea". Yo también a la actual vicepresidenta primera del Gobierno la llamo egabrense por ser de Cabra y por no decirle otra cosa. En resumidas cuentas, ya por terminar, no se deben hacer nunca previsiones sobre el dinero que “podría” recaudar el Ayuntamiento por las expectativas de futuras multas de tráfico. Las apuestas a futuro, que lo sepa el Alcalde, siempre tienen un precio de financiación.

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