domingo, 8 de marzo de 2020

Ganar indulgencias



Durante  muchos años, mientras viví en casa de mis padres, cada cumpleaños me sorprendían en la mesa con pastel de merluza. Sabían que era uno de mis platos favoritos. Es fácil de cocinar y a nadie deja indiferente. Para ello se requiere un trozo de merluza desmenuzada, 3 puerros, 2 cebollas, 50 gramos de harina, medio litro de leche y 10 claras de huevo. Una vez picados los puerros y las cebollas se ponen en la cazuela para que se pochen lentamente. Más tarde se le añade la merluza, que habrá sido cocida y desmenuzada previamente. Poco después se echará la harina y la leche. Finalmente, las claras batidas. La masa resultante, bien mezclada, se colocará en un molde al que previamente se habrá untado de mantequilla. Se pone al baño maría en el horno hasta que la masa haya cuajado. A continuación, se corta en porciones y se coloca cada una de esas porciones en sus respectivos platos sobre un fondo de salsa de tomate, albahaca y aceite de oliva. Se le pueden poner encima dos o tres langostinos pelados, unas tiras de pimiento del piquillo y algo de mayonesa. Es un plato de Cuaresma que gana si va acompañado de un buen vino blanco moderadamente alcohólico servido muy frío. Y para conseguir el don de las indulgencias contra la gula (ese apetito desmedido de comer y beber que, en ocasiones y por falta de cálculo del comensal, suele conducir a la crápula), nada como degustar posteriormente unas torrijas hechas con pan candeal, acompañadas de un vino de uva moscatel (Muscat Ottonel) seco alsaciano. Para esta sana y sabrosa comida no se necesita de bulas o buletos para mitigar los efectos consiguientes en la oficina de las tripas por ayunos y abstinencias. Contaba Rufo Gamazo Rico (“La Cuaresma impuesta”, El Correo de Zamora, 12/03/11): “Debía ser muy niño: mi abuela Ignacia me mandó a casa del cura por la bula y el buleto que aliviaban los rigores de la Cuaresma; muy convencido, pedí una mula y un muleto; y al párroco le hizo gracia porque lo comentó con su casera y el pueblo se enteró del torpe equívoco”. Y en ese artículo, Gamazo hacía alusión al ayuno impuesto por la Iglesia Católica. “En cuanto al ayuno -añadía Gamazo- moralistas de manga ancha habían ingeniado trucos para comer y no quebrantarlo; por ejemplo, en serio o en broma, alguien opinó que un tazón de chocolate espeso no rompe la norma si es tomado como bebida”.

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