Durante muchos
años, mientras viví en casa de mis padres, cada cumpleaños me sorprendían en la
mesa con pastel de merluza. Sabían que era uno de mis platos favoritos. Es
fácil de cocinar y a nadie deja indiferente. Para ello se requiere un trozo de
merluza desmenuzada, 3 puerros, 2 cebollas, 50 gramos de harina, medio litro de
leche y 10 claras de huevo. Una vez picados los puerros y las cebollas se ponen
en la cazuela para que se pochen lentamente. Más tarde se le añade la merluza,
que habrá sido cocida y desmenuzada previamente. Poco después se echará la
harina y la leche. Finalmente, las claras batidas. La masa resultante, bien
mezclada, se colocará en un molde al que previamente se habrá untado de
mantequilla. Se pone al baño maría en el horno hasta que la masa haya cuajado.
A continuación, se corta en porciones y se coloca cada una de esas porciones en
sus respectivos platos sobre un fondo de salsa de tomate, albahaca y aceite de
oliva. Se le pueden poner encima dos o tres langostinos pelados, unas tiras de
pimiento del piquillo y algo de mayonesa. Es un plato de Cuaresma que gana si
va acompañado de un buen vino blanco moderadamente alcohólico servido muy frío.
Y para conseguir el don de las indulgencias contra la gula (ese apetito
desmedido de comer y beber que, en ocasiones y por falta de cálculo del
comensal, suele conducir a la crápula), nada como degustar posteriormente unas
torrijas hechas con pan candeal, acompañadas de un vino de uva moscatel (Muscat Ottonel) seco alsaciano. Para
esta sana y sabrosa comida no se necesita de bulas o buletos para mitigar los
efectos consiguientes en la oficina de las tripas por ayunos y abstinencias.
Contaba Rufo Gamazo Rico (“La Cuaresma impuesta”, El Correo de
Zamora, 12/03/11): “Debía ser muy niño: mi abuela Ignacia me mandó a casa del cura por la bula y el buleto que
aliviaban los rigores de la Cuaresma; muy convencido, pedí una mula y un
muleto; y al párroco le hizo gracia porque lo comentó con su casera y el pueblo
se enteró del torpe equívoco”. Y en ese artículo, Gamazo hacía alusión al ayuno
impuesto por la Iglesia Católica. “En cuanto al ayuno -añadía Gamazo-
moralistas de manga ancha habían ingeniado trucos para comer y no quebrantarlo;
por ejemplo, en serio o en broma, alguien opinó que un tazón de chocolate
espeso no rompe la norma si es tomado como bebida”.
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