Hoy, sábado 7 de marzo, pongo atención en lo que
cuenta Enric Juliana en La Vanguardia. En referencia al
coronavirus, Juliana hace referencia al filósofo libanés Nassim Nicholas Taleb, que popularizó hace una década la teoría
(Juliana dice metáfora) del cisne negro, refiriéndose a acontecimientos de
amplio impacto, siempre inesperados, difíciles de predecir. El término “cisne
negro” es una expresión que proviene de la descripción de algo que hizo el
poeta satírico del siglo I Décimo Juvenal:
“Rara avis in terris nigroque simillima cygno”, que traducido significa "un ave rara en la tierra, y muy
parecida a un cisne negro". Juvenal es autor de muchas frases célebres
que han llegado hasta nuestros días, por ejemplo, “confiar en todos es insensato; pero no confiar en nadie es neurótica
torpeza”, o “¿quién vigilará a los
vigilantes?”. Pues
bien, Juliana mantiene que el coronavirus
Covid-19 tiene algunas plumas
de cisne negro. Habrá que esperar a ver cómo transcurren los acontecimientos;
es decir, si se propaga o no la enfermedad a la velocidad de la luz, o si
existe la esperanza de una vacuna a corto plazo que consiga disipar la alarma.
Una epidemia que, como bien señala Juliana, altera el comportamiento humano y
provoca un terremoto económico de imprevisibles consecuencias. Ya conocen lo de
“el pavo de Russell”: Un pavo
comprobó que todas las mañanas le daban de comer y concluyó admitiendo que los
humanos le querían mucho. Hasta que llegó el día de Acción de Gracias y el
cocinero afiló el cuchillo… Aquello, para el pavo se convirtió en un ‘cisne
negro’, porque ignoraba el acontecimiento inesperado; para el cocinero no,
porque ya sabía lo que iba a pasar.
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