Si hago caso a Ignacio
Escolar, excelente periodista, el Emérito
puede hacer bueno a su yerno Urdangarín.
De ser cierto lo que cuenta, digo, los españoles hemos estado manteniendo con
nuestros impuestos a un monarca presunto corrupto, al que no se le podía juzgar
por sus actos durante su reinado, ya que la figura del Rey, según la Constitución Española
(artículo 56.3), era y sigue siendo
inviolable. Pero el Emérito dejó de ser inviolable, no el día en el que abdicó en la persona de su
hijo Felipe y le pasó la Corona de
España como si se tratase de una carrera de relevos, sino el día siguiente, el
19 de junio de 2014, una vez publicada la Ley Orgánica 3/2014 en el Boletín Oficial del Estado. A partir de
entonces, el Emérito siguió siendo “sólo” aforado (se dio prisa en conseguirlo,
para no caer en un vacío legal no contemplado, al darse por supuesto que un rey dejaba de serlo cuando moría en la
cama), lo que significaba que, a partir de entonces, únicamente podía ser
juzgado por el Tribunal Supremo. El Emérito sigue, sin embargo, ostentando la
dignidad de “rey” (algo que se antoja
sorprendente para aquellos que no entienden que pueda haber dos gallos en el
mismo gallinero) para respiro de ese conjunto de ciudadanos que no se considera “monárquico” sino “juancarlista”.
Lo que está sucediendo ahora es que -según
leo hoy en eldiario.es- “la Fiscalía
Anticorrupción pide a Suiza datos sobre los 100 millones [de
dólares] que Juan Carlos I recibió
de Arabia Saudí”; y añade eldiario.es
que “el escándalo salpica al exdirector de CNI, Félix Sanz Roldán por encubrir y amenazar presuntamente a la
antigua pareja del monarca”. Como bien recuerda Escolar, “Juan Carlos de Borbón
cobra de todos los españoles un sueldo público de 194.232 euros brutos al año
como rey emérito, gastos, viajes y casas aparte. No es un mal salario”. Y para que el ciudadano se pueda hacerse una
ligera idea (teniendo en cuenta que las grandes cifras, para el que vive de un
miserable salario, son tan difíciles de entender como los años luz del Universo)
Escolar aclara que “65 millones de euros [los 100 millones de dólares de entonces]
equivalen a más de tres siglos del sueldo oficial del rey. Y para sumar cien
millones, a Juan Carlos I le haría falta más de medio milenio de salario real”.
Añade que “las cifras son escandalosas, vergonzosas, indignas de un país
europeo. Que un jefe de Estado acumule una fortuna así es algo que en teoría
solo pasa en la Libia de Gadaffi o
en el Egipto de Mubarak. No debería
ocurrir en un país democrático que es la cuarta economía de la UE”. Nadie
debería utilizar un cargo público para enriquecerse. No es ético ni estético.
Tampoco lo es, a mi entender, ese “silencio mudo” de la prensa conservadora,
que intenta distraernos para desviar la atención de los lectores y que veamos
gigantes donde sólo hay molinos de viento, o al revés.
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