Me da la sensación de que el Gobierno que preside Sánchez no está por la labor de
prohibir las masificaciones en Valencia por las fiestas de san José ni los espectáculos callejeros de la Semana Santa en
Sevilla, Málaga, Valladolid y otras ciudades de Carpetovetonia pese al serio aumento del peligroso Covid-19, que no tiene medicamento que
lo ataje. El fervorín religioso lo
acapara todo en un país, el nuestro, donde se lee poco a Nietzsche y donde a la gente lo que le mola es disfrazarse, da
igual de moro que de cristiano, con tal de participar de lleno en los performances
callejeros de clamor y murga con ocasión de lo que sea menester. Es un paso más
en la “psicología de la convicción”. Decía Nietzsche que “la mentira más
habitual es aquella por la que uno se miente a sí mismo; el mentir a otros es
relativamente el caso excepcional”. De ahí que el hombre de partido, también el de fervorín acendrado, se convierta por necesidad en un mentiroso. Sánchez
es consciente de que la Semana Santa andaluza y las mascletás y la quema de ninotsvalencianos dejan en hoteles,
restaurantes y tiendas un dinerillo nada despreciable. No descubro nada si afirmo
que Sanidad ha prohibido actos de más de 1.000 personas en Madrid, La Rioja y
Vitoria, que se han impedido los viajes del Imserso,
que se están vetando los viajes directos desde Italia, que las compras en las grandes
superficie se están produciendo de forma compulsiva, que los actos deportivos
se celebrarán sin espectadores, que se ha cerrado el Congreso de los Diputados
una semana, etcétera. Por si todo ello fuese preocupante, el coste económico
puede llegar a ser demoledor, pese a las ayudas ofrecidas (25.000 millones de
euros) por la Unión Europea. Todavía tiene nuestro país en la memoria la
pandemia de 1918, la mal llamada “gripe española”, que se llevó por delante a
260.000 ciudadanos; y en todo el mundo 50 millones (dos veces y medio más que
los fallecidos en la Primera Guerra Mundial) entre ellos a un abuelo de Donald Trump, Apollinaire, Humberto de
Saboya, hijo de la segunda mujer y prima carnal del que fuese rey de España Amadeo I, y JacintaMarto,
la pastorcilla portuguesa protagonista junto a otros dos hermanos de las apariciones
marianas de 1917 en Cova de Iría.
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