Hoy, 3 de marzo, el Martirologio romano recuerda a los santos Emeterio y Celedonio,
hijos del centurión Marcelo,
martirizados y decapitados en Calahorra. Hay quien sostiene que sus cabezas
navegaron en un cesto por el Ebro y que al llegar al delta dieron un rodeo por
el Océano Atlántico hasta penetrar en las costas gallegas y arribar en la bahía
de Santander, algo que se me antoja harto complicado. Otros sostienen algo que
parece más sensato, es decir, que los cráneos de ambos mártires fueron cambiados
de lugar y llevados hasta la ermita de
san Emeter (de ahí el nombre de Santander) en el cerro de Somorrostro, con
la intención de ser puestas a buen recaudo ante el imparable avance sarraceno.
Sin saber cómo, esas cabezas fueron movidas y llevadas finalmente a la cripta de El Cristo de la catedral de
Santander, donde fueron descubiertas en 1533. Otras reliquias de esos cristianos
fueron trasladadas a Cellers y posteriormente a Cardona. Pero no hay que
confundir, como hacen algunos, san Emeterio con san Medín, (sant Medir, en catalán) con santuario en la sierra de
Collserola, en San Cugat del Vallés (Castrum
Octavianum), cuya fiesta y romería también se conmemora el 3 de marzo. El
origen de esa fiesta catalana se remonta
a 1828, cuando el panadero del
barcelonés barrio de Gracia, Josep Vidal
i Granés, prometió hacer una romería cada año hasta ese santuario si se
curaba de una afección. Y así fue. Al regreso de las romerías, a las que cada
año se unían más vecinos, el panadero lanzaba habas a los romeros acompañantes,
de igual manera que plantaba habas el santo Medín cuando se encontró con el
obispo Severo y le dio cobijo cuando
éste huía de la persecución romana en el año 303. Ambos serían posteriormente
encarcelados y torturados hasta la muerte. Como decía, las cabezas de Emeterio
y Celedonio llevaron a que en 1791 el papa Pío
VI declarase a esos santos como patronos de Santander, a petición del
entonces obispo Menéndez de Luarca.
Poco antes, en 1754, la hasta entonces colegiata pasó a ser catedral, y un año
más tarde se creó la Diócesis de Santander, año en el que también se le
concedió a la capital de Cantabria categoría de ciudad y de capital de
provincia. Si bien decía al principio que Santander deriva de San Emeter, debo
admitir otra teoría, la de Juan
Castañeda, historiador del siglo XVI y autor de la obra “Memorial de algunas antigüedades de la
villa de Santander”, que sostuvo que Santander derivaba de Santanderium, que significa “lugar a
donde están los santos”. Si nos fijamos, en el escudo de Santander aparecen
sendas cabezas de Emeterio y Celedonio sobre la carabela del almirante Bonifaz y a la izquierda de la sevillana
Torre del Oro y la cadena quebrada sobre el Guadalquivir y que cruzaba hasta Triana.
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