El catedrático de Prehistoria de la Universidad de
Zaragoza Francisco Burillo Mozota ha
propuesto la peregrina idea de convertir la España despoblada en paraísos
fiscales. Es decir, que si usted tiene un negocio de botijos o castañuelas en
una de esas aldeas difíciles de encontrar en los mapas debe pagar menos impuestos,
como sucede en el Archipiélago Canario, en Ceuta y en Melilla. Tal idea la
expuso ayer ante la Ponencia sobre Asuntos Europeos de las Cortes de Aragón. Lo
que ya no sabemos es lo que pensará sobre esa teoría la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, que igual te
cuadra un balance que te enyesa una pierna, ahora que busca nuevos ingresos vía
impuestos para intentar cuadrar los Presupuestos Generales del Estado. Yo no
dudo que el catedrático de Prehistoria Burillo sea todo un experto en lo
referente al hombre primitivo desde su aparición en la Tierra hasta la
invención de la escritura y la domesticación de animales y plantas. Pero ello
no quiere decir que el catedrático Burillo sepa, no sé si sentado en una
mecedora, cómo arreglar los problemas de España. Hasta podría ocurrir, ya
puestos, que cualquier día nos aoje con una hechicería. El catedrático Burillo
puede opinar de lo que le venga en gana. Pero también debe conocer que un
zapatero no debe ir más arriba de las sandalias, como mantenía el pintor Apeles, si hacemos caso a Plinio el Viejo. Los españoles, hartos
de pagar impuestos, tasas y demás gabelas, algo vamos aprendiendo. Por ejemplo
que si un curandero te mete una varita mágica por el ano no te cura la
epilepsia, o que si unos ciudadanos pagan menos impuestos, otros deberán pagar
más, si se quieren cuadrar aunque sea a martillazos esos Presupuestos a los que
antes hacía referencia. Imagine el catedrático Burillo que aplicando su esplendorosa
idea se favoreciera, sirva como ejemplo, a Solanillos del Extremo, en la provincia
de Guadalajara, que posee 104 habitantes. Un lugar encantador desde donde se
divisan las Tetas de Viana, esas dos muelas calizas de tierras erosionadas y
casi inaccesibles por la verticalidad de sus paredes. Al poco tiempo, muchas
sociedades mercantiles de los más diversos lugares, también grandes
multinacionales, instalarían en ese pueblo alcarreño sus respectivos domicilios
sociales y fiscales, pero no sus fábricas. El catedrático Burillo posiblemente sepa que Suiza es
el mayor y uno de los más antiguos paraísos fiscales. Y que su fiscalidad
cambia según el cantón. En el de Friburgo, por ejemplo, el impuesto de
sociedades puede ser de 7’6% y se rebaja al 5% en el caso de cobro de
dividendos y otro tipo de ingresos. Y como rematadera, muchas empresas obtienen
periodos de carencia de hasta 10 años, en los que están exentos de pago. ¿Eso
es lo que propone el catedrático Burillo para la España despoblada? ¿A quién
beneficiaría? Zapatero, a tus zapatos.
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