
Si les digo la verdad, cuando deseo conocer la raíz
de un dicho arraigado de modo popular siempre acudo a la sabiduría del tudelano
José María Iribarren, autor de “El porqué de los dichos”. Así, en el dicho “eres más tonto que Abundio” existe otra derivación: “eres más tonto que Pichote”; y en el
dicho “llueve más que cuando enterraron a
Zafra” también existe otra versión: “llueve
más que cuando enterraron a Bigotes”. Pero cuando uno, como sucede en mi
caso, no tiene idea de quiénes fueron Abundio,
Pichote, Zafra o Bigotes (tampoco
el tal Pichorras, de Pastriz) se
encuentra más perdido que un coala en una chatarrería. Se cuenta que un tal
Abundio, navarro de nación, fue a vendimiar y se llevó uvas de postre; que
Pichote (adaptación de picciotto, que
en italiano equivale a muchacho) tiene su origen en el Chicago de los años 20,
cuando a un tal Gennaro, alias “Piccioto”,
enemigo de Al Capone, le dieron un
soplo falso que le hizo entrar en un garito donde lo mataron; que Zafra o El
Bigotes hace referencia a la misma persona (según José María de Lama). El dicho puede que arranque de una verídica historia que dejó relatada Eduardo Montesinos el 11 de agosto de
1897 en la revista “Nuevo Mundo”. En
su relato, “El conde de Zafra”, Montesinos
cuenta que en 1460 existía en Zafra (Badajoz) un castillo
propiedad de don Mendo Méndez de Peláez,
conde de Zafra, al que todos
apodaban como “El Bigotes”. Aquel
conde de “horca y cuchillo” era odiado y temido por todos. Sobre él han escrito
diversos autores: Mónica Arrizabalaga
(ABC, 11-11-2014); J. Sánchez Gerona, en una extensa carta
publicada en “El averiguador universal”
(dentro del diario “El Liberal”) en
1900; y José J. Soler de la Fuente, que le llega a poner nombre en “El Museo Universal” el 30 de mayo de
1857 refiriéndose a otra persona emparentada, un zapatero al que llama César de Zafra, descendiente de aquel don Hernando de Zafra, señor del Castril.
--Oiga, señor Miranda, me acepta que le invite a
otra cañita de oloroso Lebrero?
--Sí, acepto.
--¿…y un platillo de aceitunas?
--Sí, también.
Sea con fuere, el caso es que existe la misma
leyenda con desarrollos distintos. En “El
Libro de las Tradiciones de Granada”, de Francisco de Paula Villa-Real, el protagonista es un caballero
llamado Zafra, cuyo hijo se enamoró
de una gitana que vivía en una casa a espaldas de la suya. Al no lograr cortar
estos amoríos, el hombre cortó el agua de la que se surtían la gitana y su
madre. La gitana le echó un conjuro: “Premita
Dió que l'agua lo entierre”. Cuando el caballero murió le instalaron de córpore insepulto en una sala baja.
Entonces empezó a tronar y se desbordó el río Darro, cuyas aguas arrastraron cuanto
encontraron a su paso, incluido el palacio de Zafra donde el ataúd salió
arrastrado por la fuerza de la corriente. Nunca volvió a saberse de su
paradero. El caso de Pichorras o Chafachorras (que de ambas maneras se
dice en Zaragoza), Pichorretas, en
Huesca, y Pichorrillas, en
Andalucía, hace referencia a un tipo que se dedicó a andar y desandar caminos,
según la novela de Santiago Maestro Terraza. (“La
verdadera historia de de Pichorras en Pastriz”, Mira Editores, Zaragoza,
2001).
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