martes, 15 de diciembre de 2020

Contradictorias iniciativas

 


 

Leo con mucha atención una entrevista de Nirek Sabal en El Correo de Andalucía al prestigioso médico Pedro Cavadas, al que le preocupa que los ciudadanos se crean todo lo que escuchan a unos colaboradores de los medios que “sientan cátedra, se levantan y se van” y que lo mismo saben de ciencia, de pandemias, de arte… “Y entonces -sigue diciendo Cavadas- aparece un médico con un curriculum vitae que tira de espaldas y dice: «Es metafísicamente imposible que haya una vacuna testada, con una fase 3 como Dios manda. Eso supone años, no meses» o «Habrá que definir quién se va a comer las 15 o 20 primeras encefalitis que provoque cualquiera de esas vacunas... ». Al llegar a ese punto, los tertulianos “se lanzan como hienas contra un médico que lo único que dice es que es poco tiempo el que ha pasado y que los efectos adversos de las vacunas no se pueden medir bien en un año y por eso la fase 3 de ensayos clínicos se prolongó muchos más años de forma tradicional”. A mi entender, existe tal necesidad de poder levantar la persiana en hostelería, salas de juego y ocio nocturno que cualquier cosa vale con tal de conseguir ese fin. Pero cuando se prima la economía sobre la salud, mal vamos. Así, mientras Alemania y Francia endurecen las medidas en evitación de un aumento del contagio del SARS-CoV-2, en España se abre la mano para que las familias y los allegados puedan apiñarse en fechas navideñas, en muchos casos en pisos pequeños y con deficiente ventilación. En Aragón, donde resido, el presidente Lambán, aún siendo consciente de que la región que preside se encuentra en fase de “meseta o ascenso lento” de contagios, abre la mano en hostelería y salas de juego como cínica justificación para poder abrir las estaciones de esquí que controla Aramón, participada a partes iguales por la DGA e Ibercaja. Y el Ayuntamiento de Zaragoza, a cuyo mando está el populista Azcón, como bien señala Miguel Miranda en El Periódico de Aragón, “primero instala las lucecitas para que acuda el personal. Ya saben: es necesaria la alegría, hay que apoyar al comercio (no sé a cuál) y luego cae en la cuenta de que puede haber peligro de contagio con tanta gente junta”. Me da la sensación de que los muertos importan poco. La mayoría de ellos, aunque sea triste decirlo, son ancianos “aparcados” en infames residencias porque estorban en casa de los hijos. Este país, a mi entender, está lleno de expertos contertulios a la violeta y de contradictorias iniciativas. Se da más crédito a lo que cacarean Paquirrín o Belén Esteban en programas-basura que a lo que puedan aclarar en entrevistas el cardiólogo Valentín Fuster o el químico Avelino Corma. Así nos luce el pelo.

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