lunes, 14 de diciembre de 2020

En el fondo de la valija

 

 


 

 Hay cosas que ya no se estilan, como los meapilas de la censura franquista, bautizar chinos por giro postal, bailar el pasodoble “Si vas a Calatayud” en medio de la plaza del pueblo con el paraguas abierto por la llovizna persistente, pedir vermú con sifón y unas gildas en el ambigú de una verbena con farolillos de papel, o preguntar si le queda un ejemplar de “Cita con la muerte”, de Agatha Christie, con apuntes al natural de Roc Riera Rojas, al responsable de la Librería de Ferrocarriles de la estación de Venta de Baños. Hay cosas que han quedado en el fondo de la valija del olvidado desván de los recuerdos. Hay veces que parecen más importantes los vestidos que la muñeca de cartón y las tapas de cartoné de un libro que su contenido. En mi infancia, recuerdo, los juguetes de hojalata duraban hasta que se rompía la cuerda. Cuando eso acontecía, los destripábamos por ver qué había dentro. Siempre nos llevábamos un gran chasco. Como dejó constancia escrita el diseñador gráfico Albert Culleré, “Riera tuvo aparentemente muchos estilos, pero con el común denominador de una misma visión. Es decir, tenía un único estilo con muchos vestidos. Publicidad, editorial, ilustración, cómic, galerías de arte…, ningún campo le era ajeno”. Riera, al que cualquier soporte le servía, acostumbraba a plasmar sus dibujos con tinta negra y trazo grueso sobre trozos de papeles de periódico. A su muerte en 1992, su hija Anna recopiló y ordenó todo aquello que entendía que era de valor y que guardaba en su casa de Castelldefels. Años más tarde, en 2004, se publicó el libro “Roc Riera Rojas” (Les Publicacions de l'Abadia de Montserrat) que recoge gran parte de sus ilustraciones desde 1935, pese a las dificultades encontradas por Anna por parte de algunas empresas en las que había colaborado su padre durante mucho tiempo y por las contrariedades para poder acceder a ciertos archivos, sin olvidar la censura ejercida durante el franquismo en todo tipo de publicaciones, sobre todo en obras de autores rusos de prestigio reconocido.  Miguel García Sánchez, creador de la Editorial Visor en Madrid, en 1979, fue uno de los primeros en importar libros prohibidos en España pese a que circulan libremente por todo el mundo. Contaba (El País, 16/03/2018) que “la mayor ayuda con la que contaba para poner a circular libros prohibidos era el señor Hermida, un funcionario de Correos que por unas cuantas miles de pesetas miraba hacia otro lado”. Añadía: "Hermida ponía los títulos prohibidos en la parte de abajo de los paquetes, que pesaban unos cinco kilos y nos llegaban de Sudamérica. Las obras pasaban porque los censores eran tan vagos que solo revisaban los libros que estaban arriba".                                    

No hay comentarios: