sábado, 5 de diciembre de 2020

Guerra de tintas

 

Hoy, Antonio Burgos, en su “Recuadro” de ABC de Sevilla, escribe “Amargos naranjos”; y señala: “No sé si hay fecha fija para la anual recogida de la abundante cosecha de naranjas de los árboles callejeros de Sevilla. Sobre las que hay preciosas leyendas, no sé si con visos de realidad, de que desde tiempos de lord Wellington el Ayuntamiento enviaba una buena cantidad de sacos a Londres, al Palacio de Buckingham, donde hacían con ellas las mermeladas amargas tanto gustan a los británicos”. En ese sentido, como buen monárquico, bueno hubiese sido que Burgos hubiese hecho alguna referencia Antonio de Orleans, apodado “el Naranjero”, que se pasó gran parte de su vida conspirando contra Isabel II, y que mató en duelo de pistola a Enrique de Borbón (hermano de Francisco de Asís, consorte de la reina) en la madrileña dehesa de los Carabancheles un  frío 12 de marzo de 1870. Según parece, Antonio de Orleans vendía al mejor postor las naranjas amargas de la extensa huerta que poseía detrás de su residencia, el Palacio de San Telmo, y que hoy conforma el Parque de María Luisa. Hasta fue de boca en boca una coplilla: “¿Es para correr la Villa / saltando lodos y zanjas / que el pobre vendió naranjas / de sus huertos de Sevilla?”. E incluso uno de los mejores caricaturistas de la época, Francisco Ortego, representó al que él llamaba socarronamente “Rey Naranjero” vestido a la goyesca en los decorados en una opereta mordaz y certera. De la misma manera, abundaron las coplillas bufas en diversas revistas satíricas de gran difusión, como “La Flaca”, “El Loro", “El Motín”…, donde tanto periodistas como dibujantes (aquí incluyo a Sem, pseudónimo de los dos hermanos Bécquer y sus dibujos eróticos contra los Borbones) arremetían con saña, ora contra el Gobierno, ora contra la Oposición, según qué editor les pagara en aquella insufrible guerra de rotativas.

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