domingo, 20 de diciembre de 2020

Expectación

 

Dos cosas generan gran expectación en esta semana que mañana comienza: el gordo de Navidad, que tocará sabe Dios dónde y el tradicional discurso televisivo de Felipe VI, audible y no sabemos si entendible. El gordo es algo aleatorio, fruto del azar; el discurso real se espera que sea algo más que un rosario de frases-papilla supervisado por el Gobierno, como los que ya nos tienen acostumbrados. Con Franco, los mensajes de cada fin de año (entonces se emitían el día de san Silvestre) ya sabíamos de qué iban, o sea, de la obsesión que el general tuvo por el contubernio judeo-masónico, que, si les digo la verdad, nunca supe en qué consistía. Digo yo que sería como una mutación de los rojos supervivientes que todavía se escondían bajo los pliegues de los edredones de El Pardo y contra los que no podía ni el zotal. Todo un misterio. Enric Juliana mantiene que a partir del próximo lunes habrá una interesante conjunción astral. Recuerda que “la estrella de Belén ha fascinado a los niños durante siglos. Recortar la estrella en papel de plata evitando que la cola se rompiese era una tarea heroica. Construir la estrella de Navidad pegando arena en un pedazo de cartón, para después pintarla con purpurina, era curso de ingreso en la artesanía”. Pero en este año que ya termina parece que iluminasen con menor fuerza las luces de neón de los escaparates. Muchos españoles esperamos el final de la pandemia y hemos puesto todas nuestras ilusiones en una vacuna equivalente al bálsamo de Fierabrás, aquella panacea cervantina relacionada con el rey de Alejandría y su batalla contra Oliveros, difundida en versión dieciochesca y en romances de Juan José López en pliegos de cordel. A partir del lunes, como bien señala Juliana, podrá verse en el firmamento la conjunción entre Júpiter y Saturno, algo que sólo se produce cada ochocientos años. Y ahora toca.

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