jueves, 3 de junio de 2010

Dipsómanos purpurados

Desconocía que el Vaticano es el país europeo donde más vino se consume, o sea, una media de 66 litros por persona y año, seguido de las Islas Norfolk, en medio del Océano Pacífico, donde sus 1.800 habitantes consumen más vino en el año que los franceses o los italianos. Aún suponiendo que en los dominios del Papa se celebren muchas misas todos los días la cifra me parece alarmante. Por lo que se desprende de esos datos, el lema publicitario “bebe con moderación, es tu responsabilidad” se lo pasa la Curia por el arco del triunfo. Ahora voy comprendiendo por qué el embajador español Francisco Vázquez siempre está eufórico y encantado de haberse conocido. Y la razón por la que Paloma Gómez Borrero hace tantos viajes aéreos en compañía del Obispo de Roma con sonrisas de oreja a oreja. Gonzalo Puente Ojea, en cambio, debía ser abstemio. Tal vez por esa razón aseguraba que “la Iglesia hoy en día es un enemigo público”. Hombre, tanto como eso no creo, pero hay ejemplos de quiénes no saben beber, o desconocen cómo mear lo bebido, y empiezan trincando tintorro en “El gato al agua” por las noches y terminan garabateando amarillismo a la mañana siguiente en “La Gaceta de los Negocios”. Echarse a la andorga la cosecha completa de Toro, de Jumilla, de Rioja, del Somontano y de las Rías Baixas, sin contar el acopio en las bodegas vaticanas del “Málaga Virgen”, del “Federico Paternina” y del “Julián Chivite”, equivale todo ello a dejarnos a los españoles sólo con el vino de pasto, ese que tan mal nos cae en la oficina de las tripas, que nos las avinagra y nos deja todo el día hechos unos zorros. Lo de las Islas Norfolk es diferente. Está en la antípoda, entre ruinas de penales, acantilados insalvables y esqueletos de galeotes víctimas de las salvajadas de los comandantes Morisset y Price. De alguna forma tienen que soportar el aburrimiento. Supongo que algo parecido le estará sucediendo al pobre José Manuel Parada en “Supervivientes”, en Cayo Bolaños, entre Beatriz Trapote, que echa a perder el pescado, y un tal Mora, que es de abrigo.

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