miércoles, 11 de enero de 2012
El vuelo de la serpentina
Ahora resulta que Rajoy ha tocado el tornillo que no debía y ha armado un cifostio del tamaño de King Kong. Su pretensión de intentar apagar el fuego con gasolina, es decir, sus prisas por el ajuste anunciado de taponar los 40.000 millones de euros de déficit con la mayor urgencia, le está afectando al cerebro como si se hubiese apeado de una montaña rusa. Le salen unas cuentas en su agujero negro del hipotálamo como las del Gran Capitán: 15.000 millones de las comunidades autónomas, 3.000 de la administración del Estado, 5.000 de la Seguridad Social, 1.500 de los ayuntamientos y el resto de los dos puntos del engaño socialista; que, a 10.000 euros por punto son 20.000 millones de vellón. Todavía, tras taponar el desaguisado, quedarán 4.500 millones bailando en la cabeza de De Guindos, o en los pies de Montoro, que ya no sé muy bien si eso es la pachanga, el mambo, o el fox-trot. El baile de cifras se une a la cabriola de las personas encargadas de hacer números, que tratan de cortar el revesino y quedar bonitos para posteridad. Pero, ¡horror!, va y se les corta la mayonesa en el córtex. Eso de los números y la neurociencia son cosas muy serias. Y el corifeo de La Moncloa aplaude el arranque de los ajustes como si se tratase del arranque del Bolero de Ravel: “¡Oh, que bien que baila Gil/ con las mozas de Barajas/ la Chacona a las sonajas/ y el villano al tamboril!/ ¡Oh que bien cierto y galán/ baila Gil, tañendo Andrés!/ O pone fuego en los pies, / o al aire volando van”. ¡Chupa del frasco, moreno! Y Moody’s, que es como ese niño pelotilla sin operar de fimosis que, en ausencia del profesor, apunta en el encerado el nombre de los compañeros revoltosos de la clase, le susurra barcarolas al Presi, que se ha equivocado de tornillo y ha apretado el que no debía. “¡Pero hombre, qué has hecho! - le dice Bruselas-. Subir el IRPF agravará la recesión”. Y el Presi, que no se entera, como Contreras, se da cuenta de que no era ese el tornillo que había tocar, sino el IVA. “Es una subida ponderada”, le susurra Montoro al oído. Y los cinco millones largos de parados encienden la tele para ver el fútbol, ajenos a los bailes de Palacio. El Presi, que no distingue entre impuestos directos e indirectos, lanza una serpentina al aire y desaparece entre la bruma de la noche morada.
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