jueves, 12 de enero de 2012
Demetrio Fernández
El obispo de Córdoba tiene un problema. Demetrio Fernández vive obsesionado con la fornicación. Los fornicarios, aquellos que hacen el acto sexual fuera del matrimonio, son unos individuos que hacen una ofensa a la castidad y van contra la dignidad de las personas. Al menos, eso entiende Demetrio Fernández, que sabe latín y es conocedor de que fornicari es una palabra latina que deriva de fornix, que era una zona abovedada en la que se apostaban las prostitutas del Imperio Romano para esperar a sus clientes. Pero el obispo de Córdoba va más lejos todavía, al considerar que la incitación a la fornicación “es continua en los medios, el cine, la televisión y algunos institutos de Secundaria”. Supongo que se referirá a los centros sin subvención del Estado, donde los profesores que han conseguido plaza por oposición son una cuadrilla de depravados que se pasan la vida leyendo a Nietzsche y a Schopenhauer, cuando lo correcto sería, según parece, leer a Luis Coloma, a Azorín, a Concha Espina y a Aquilino Polaino, que oxigenan con su pluma las cuatro virtudes cardinales, sobre todo la pureza, la fortaleza, y la templanza. Lo de la justicia ya es harina de otro costal, o sea, una virtud cardinal que se encarna con Alberto Ruiz-Gallardón y con EduardoTorres-Dulce; quien, pese a ser un experto en el Séptimo Arte, habla con mucha ponderación de “Éxodo”, “Los Diez Mandamientos” y Espartaco”; y encuentra gravemente peligroso para los españoles sumidos en la crisis de valores (por culpa de la asignatura “Educación para la ciudadanía y los Derechos Humanos”, aprobada por el Real Decreto 1631/2006 durante el Gobierno de Zetapé) pasar por las pantallas “Garganta profunda”, “Las noches de Cabiria” y “Saló o los 120 días de Sodoma”. “La sexualidad desorganizada es como una bomba en la mano”, ha venido a decir don Demetrio, que debe ser un gran experto en temas de sexualidad organizada y bien conducida. Lo que ya no sabemos es si conoce algo sobre la pederastia en el seno de la Iglesia Católica, ese drama silenciado y encubierto por los obispos y las vergonzosas maniobras que éstos realizan para proteger al clero pederasta. Como señala Pepe Rodríguez en su libro “Pederastia en la Iglesia Católica” (Ediciones B, Barcelona, 2002), “El problema fundamental no reside tanto en que haya sacerdotes que abusen sexualmente de menores, sino en que el Código de Derecho Canónico vigente, así como todas las instrucciones del Papa y de la curia del Vaticano, obligan a encubrir esos delitos y a proteger al clero delincuente. En consecuencia, los cardenales, obispos y el propio gobierno vaticano practican con plena conciencia el más vergonzoso de los delitos: el encubrimiento.” En fin, aclarado este concepto, el obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, cuando señala que “la sexualidad tiene tres estados”, me produce la misma gracia que ver a un burro comiendo higos. Haría bien en cerrar la boca y en dedicarse a lo suyo, es decir, a seguir pastoreando a su rebaño de incondicionales.
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