martes, 8 de junio de 2021

Elogio de los objetos en claro desuso

 


Servidor de ustedes, que todavía recuerda haber visitado estancias siendo niño donde había ascensores sólo de subida con asientos laterales  de terciopelo,  armaduras en los recovecos de los pasillos, estupendas bibliotecas y hasta  elegantes oratorios, descubre ahora por la prensa que hay utensilios caseros que ya están en desuso, verbigracia, el bidé, el galán de noche, el paragüero, el bargueño, el biombo en los dormitorios… La lista es larga de cosas que se entienden hoy como de nimia utilidad. Puede que a mí se me considere trasnochado, pero mantengo que así piensan son individuos acostumbrados a no tener calefacción en casa, ni agua caliente, ni bañera, a haber conocido un mobiliario tétrico y, digámoslo todo, a exonerar el vientre  en el corral entre las gallinas. Son los hijos o nietos de unos padres o abuelos que un día abandonaron la aldea para trabajar en un polígono industrial, que ocuparon un pisito de protección oficial en un barrio periférico y que no se perdían  nunca una boda a la que habían sido invitados porque aquel día se comía pollo. Yo les diría a esos tipos que entienden que existen en muchos domicilios objetos en claro desuso que el bidé es fundamental en la higiene personal; que sin galán de noche la ropa se arruga; que sin paragüero no hay donde poder colocar el abrigo o el paraguas; que el bargueño tiene la misión de producirte golpes dolorosos cuando caminas a oscuras por el pasillo, y que el biombo tiene hoy la misión de poderle pegar resguardos de acciones de empresas que ya no existen. Esto último me lo sugirió un apoderado de banca cuando le comenté que no sabía qué hacer con unos resguardos de la Compañía Minero Metalúrgica Los Guindos, en la actualidad desaparecida. Sustituir los viejos muebles de nobles maderas por  esos odiosos chismes de Ikea en los que siempre se te olvida meter un casquillo, es como pasar de ingerir “Veuve Clicquot” a conformarnos con la gaseosa de pito. Hay otras cosas, que el autor del artículo no describe, que sí deberían estar prohibidas por ley: las camisas de manga corta,  los pantalones-pirata, la riñonera, los calcetines grises, dar dos besos en la mejilla cuando uno ya es suficiente, decir “hasta luego” a alguien que casi no conoces como forma de saludarle, ser padrino en la primera comunión de un niño que va disfrazado  de capitán de piragua, las paellas que incluyen huevo duro y  salchichas, y saludar a alguien en una playa de Castellón, o de Tarragona, que solo conoces de vista del barrio donde vives. Seguro que intentará buscarte los días siguientes en la arena donde colocas tu toalla y tu sombrilla para  darte un latazo insufrible. A mí me ha sucedido y les aseguro que sólo es comparable a tener que sobrellevar en silencio un furúnculo en el trasero.

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