viernes, 26 de noviembre de 2021

Como en el juego del marro

 


Leo en El País que “el Ministerio de Sanidad ha notificado 9.258 nuevos contagios y ha sumado 27 fallecidos al recuento oficial. La incidencia acumulada sube 11 puntos y se sitúa en 160 casos por 100.000 habitantes en los últimos 14 días. Navarra sigue siendo la comunidad autónoma con la tasa de contagios más alta al alcanzar los 462 puntos. Le siguen País Vasco con 350 y Aragón con 267”.  Si a esta indeseable situación añadimos que ha sido detectada en Sudáfrica una nueva variante del virus (la variante B.1.1.529.) con una treintena de mutaciones, el problema sanitario está servido. Las Comunidades Autónomas, supuestamente coordinadas desde el Gobierno central, deberían tomar medidas antes de que las fiestas de fin de año, con cenas, cotillones etc., puedan provocar una situación indeseable en España. Sólo tenemos que mirar a Alemania para ver  lo que sucede en nuestro contorno europeo. En ese país, las autoridades sanitarias han notificado 76.500 casos diarios de coronavirus. A mi entender, el hecho de que más de 1,5 millones de personas hayan muerto en Europa desde el inicio de la pandemia, debería hacer reflexionar a aquellos gobiernos que anteponen la economía a la salud. El hecho de que restaurantes y teatros estrenen  el llamado “pasaporte covid” no arregla mucho las cosas si en las calles los ciudadanos transitan sin mascarillas, o si en  bares, iglesias, entierros, bodas y demás eventos de índole sociales se relajan las medidas precautorias con  el falso supuesto de que “una vez vacunados estamos exentos de peligro de contagio”.  ¿Cuántas muertes más serán necesarias, sobre todo de ancianos hacinados en residencias infames, para que los españoles tomemos conciencia de la grave situación? La torpeza en los procedimientos a la hora de gobernar el Estado, trasladando las responsabilidades sanitarias a las Comunidades Autónomas por tener transferida esas competencias es una manera, dicho sea en lenguaje de germanía, de “quitarse el muerto de encima”, de evadirse de un marrón peliagudo, o de tratar de esquivar responsabilidades haciendo regates, como en el popular juego infantil del marro. En todo ello, Pedro Sánchez tiene la última palabra. Eso sí, después de haber escuchado a virólogos de prestigio reconocido. Recuerden que hasta Salvador Illa tuvo que admitir, respondiendo a una pregunta oficial, que no existía el supuesto comité de expertos para la desescalada, pese a que el Gobierno señalase en muchas ocasiones la importancia que tenía ese comité. ¿Cabe mayor desvergüenza?

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