martes, 9 de noviembre de 2021

Se acabó el turrón

 


Hoy por la mañana he estado visitando en la Lonja de Zaragoza la exposición del villanovense Francisco Pradilla. Este mes se ha cumplido, el pasado día de Todos los Santos, el centenario de su muerte en Madrid. He salido encantado de la visita. Pienso volver para contemplarla con más detenimiento. Aprovecho para felicitar a Wifredo Rincón, comisario de esa exposición. Aragón no descansa. Notifica 132 casos de covid, 83 más que el día anterior y 109 más que hace una semana. Pero la hostelería campa a su aire y se relaja el uso de mascarillas como si aquí no pasara nada. Dado que las competencias de Sanidad están transferidas a las Comunidades Autónomas, Lambán debería tomar cartas en el asunto. No se puede mirar para otro lado en un vano intento de salvar una economía de chicha y nabo. En España van perdiendo fuerza las noticias sobre el volcán de La Palma o la escalada de la luz y nadie se pone nervioso con el aumento de la inflación (ese impuesto de los pobres) hasta un 5,5 %. La gente solo confía en hacer pronto la compra de navidades en evitación de que algunos artículos de consumo, también determinados juguetes, puedan agotarse por esas fechas. Esto es de locos. Bieito Rubido señala hoy en su “astrolabio” que Manuel Fraga solía reprocharle a Felipe González, siendo Fraga jefe de la Oposición, que “lo importante es lo que le cuesta a la gente normal el plato de lentejas”. Pues hoy la cesta de la compra está un 25% más cara que hace un año, lo que significa que somos una cuarta parte más pobres. Pero Alberto Garzón, ministro de Consumo, anunciaba hace pocos días que iba a suprimir los anuncios de chucherías,  bebidas azucaradas y  llamadas bombas calóricas. Pronto, ya lo verán, se demonizará el turrón, el guirlache, el mazapán y los polvorones de Estepa. Menos mal que, al menos de momento, nadie desde el Gobierno se ha metido todavía con el caganer, ese labriego defecando con faja y barretina en un rincón discreto de los belenes catalanes; y  el tió, ese tronco de árbol que los niños apalean en Nochebuena para que “exonere” del fondo de su vientre  una lluvia de golosinas. Ahora se ha puesto de moda la Moreneta caganera, que el Episcopado catalán llevó a los tribunales por entender que se trataba de una irreverencia. El resultado fue que esa figura se agotó en todas las tiendas. El escultor y pesebrista Marc Alós aseguró en su día a La Vanguardia que "como figurita de belén está muy bien tratada, por delante se le ve sentada, como estamos acostumbrados a verla en el trono, aunque por detrás enseña el culo”. Lo irreverente sería, si acaso, negar su existencia, del culo en los seres humanos, quiero decir. Como dijo Publio Terencio Africano: "Nada que es humano me es ajeno".

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