sábado, 27 de noviembre de 2021

Un fraude de la miel

 


Si en España, como acontece, están  desapareciendo las abejas por cambio climático y por una avispa asesina de reciente aparición en nuestros campos, uno no entiende de dónde procede la miel que se consume. Se sabe que Portugal era uno de los principales abastecedores en 2020 (6.698 toneladas, equivalentes al 21% importado), seguido de China era el segundo abastecedor (4.770 toneladas, equivalentes al 15% importado). Pero esos orígenes han desaparecido de las etiquetas, al amparo del artículo 60 del Código Aduanero de la Unión Europea. Referido a la adquisición de origen: “Las mercancías en cuya producción interviene más de un país o territorio tienen su origen en el país en el que se haya producido su última transformación sustancial y económicamente justificada”. Es decir, que la miel cosechada en China, importada por un operador portugués, y que se mezcle caliente con miel cosechada en España, puede adquirir el origen “España” si más del 50% en peso de la mezcla final es miel cosechada en nuestro país. Ese artículo 60 citado puede servir tanto para un roto como para un descosido y aplicarse a multitud de productos importados. España es un país que exporta vinos, aceite, naranjas, limones, aceitunas y todo tipo de hortalizas y verduras. Se sabe que gran parte de ese aceite español se exporta desde Italia a otros países con marchamo italiano. Algo parecido a lo que sucede con los zumos de naranja exprimidos. Los vinos embotellados, a Dios gracias, se salvan de esos “trapicheos” por llevar en sus etiquetas las correspondientes denominaciones de origen. No puede decirse lo mismo de los vinos adquiridos a granel, evidentemente. La globalización, por otro lado, ha conseguido que llevemos unos pantalones fabricados en Marruecos, unas camisas provenientes de China y unas americanas confeccionadas en vaya a saber dónde. Eso sí, vendidas en prestigiosas tiendas de dueños españoles multimillonarios de sobras conocidos. Pero volvamos a la miel. “Los operadores españoles -como bien señala hoy Beatriz García Contreras en El Correo de Andalucía- podrían estar aprovechando la normativa para enmascarar el verdadero origen de las mieles que se comercializan en España. Y no estarían  cometiendo ninguna irregularidad”. Lo que sería conveniente es una modificación en la normativa europea, en evitación del evidente engaño que se está produciendo al consumidor.

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