sábado, 22 de noviembre de 2025

El arte de la pobreza


Leo en la prensa que los turrones y polvorones han subido considerablemente de precio en los supermercados. Si aplicamos el dicho “contra el vicio de pedir, la virtud de no dar”, todo arreglado. Eso es algo que no debe importar al compulsivo consumidor. Cuando lo tradicional, como es el caso de los turrones, sube de precio, se deja de comprar y que a los de Alicante, Jijona o Estepa les den por donde le dieron a Frasquito, que tampoco sé quién era ese señor ni qué le dieron y por dónde. Los dulces engordan y de nada sirve echar andorga en diciembre para tener que perder peso en el gimnasio en enero.  Este es un país de pobres de solemnidad donde prima la ostentación y boato, como puede verse en las bodas, primeras comuniones y entierros, donde nunca se remienda de viejo. Las bodas deben contar con muchos invitados, las primeras comuniones con muchos meapilas y los entierros con muchas flores. En España no se remienda de viejo aunque estemos comidos por la piojera y la carcoma del resentimiento. Decía Camba que los mendigos viven de ser pobres y que la miseria es una industria que, a veces, se eleva a la categoría de un arte. Y añadía que al suprimir la mendicidad, millares de personas quedarían sumidas en la miseria. Las navidades se inventaron para que la gente fundiese la paga extra, comprase turrón, hiciese regalos, cenas familiares y despidiese el año en los cursis salones de los casinos de las ciudades pequeñas con frac prestado, soplando matasuegras y bebiendo copas de cava infame. Pero nadie cae en la cuenta de que el frac es una chupa con faldilla terminada en pico que suele oler a naftalina y que solo sienta bien a los músicos de grandes filarmónicas y a aquellos pocos que están en posesión de bandas cruzadas (del hombro derecho a la cadera izquierda por encima del chaleco) concedidas por algún mérito de diverso orden; verbigracia: Mutilado por la Patria con enucleación de testículo, Caballero Amante de la Capa Parda de Chiva Alistana, y todo un rabo de recompensas para personajillos de diversa ralea, ignorantes de en el pecado llevan la penitencia, dicho sea sin intención irónica ni deseo de molestar. No tenemos motivos para el optimismo, pero a todos nos gusta el faralá, las lentejuelas, el toreo de salón, presumir de rancia hidalguía y darnos un poco de importancia.

 

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