El arte de la pobreza

Leo en la prensa que
los turrones y polvorones han subido considerablemente de precio en los supermercados.
Si aplicamos el dicho “contra el vicio de pedir, la virtud de no dar”, todo
arreglado. Eso es algo que no debe importar al compulsivo consumidor. Cuando lo
tradicional, como es el caso de los turrones, sube de precio, se deja de comprar
y que a los de Alicante, Jijona o Estepa les den por donde le dieron a Frasquito, que tampoco sé quién era ese señor ni
qué le dieron y por dónde. Los dulces engordan y de nada sirve echar andorga en diciembre
para tener que perder peso en el gimnasio en enero. Este es un país de pobres de solemnidad donde
prima la ostentación y boato, como puede verse en las bodas, primeras comuniones
y entierros, donde nunca se remienda de viejo. Las bodas deben contar con
muchos invitados, las primeras comuniones con muchos meapilas y los entierros con muchas flores. En España no se remienda de
viejo aunque estemos comidos por la piojera y la carcoma del resentimiento. Decía Camba que los mendigos viven de ser pobres y que la miseria es una
industria que, a veces, se eleva a la categoría de un arte. Y añadía que al
suprimir la mendicidad, millares de personas quedarían sumidas en la miseria.
Las navidades se inventaron para que la gente fundiese la paga extra, comprase turrón, hiciese
regalos, cenas familiares y despidiese el año en los cursis salones de los
casinos de las ciudades pequeñas con frac prestado, soplando matasuegras y
bebiendo copas de cava infame. Pero nadie cae en la cuenta de que el frac es
una chupa con faldilla terminada en pico que suele oler a naftalina y que solo
sienta bien a los músicos de grandes filarmónicas y a aquellos pocos que están
en posesión de bandas cruzadas (del hombro derecho a la cadera izquierda por
encima del chaleco) concedidas por algún mérito de diverso orden; verbigracia: Mutilado
por la Patria con enucleación de testículo, Caballero Amante de la Capa Parda
de Chiva Alistana, y todo un rabo de recompensas para personajillos de diversa ralea, ignorantes de en el
pecado llevan la penitencia, dicho sea sin intención irónica ni deseo de molestar. No tenemos
motivos para el optimismo, pero a todos nos gusta el faralá, las lentejuelas, el toreo de salón, presumir de rancia hidalguía y
darnos un poco de importancia.
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