No sé la razón por la que la prensa de papel pierda tanto tiempo en hacer comentarios sobre la guayabera que Pedro Sánchez usó durante su reciente viaje a Colombia. Antes que él, que yo recuerde, ya la vistió Felipe VI en la Cumbre Iberoamericana de 2014; en su viaje a Cuba en 2020; en su visita a las “Tres Mil Viviendas”, el barrio más pobre de Sevilla; y en la recepción del pasado agosto en Marivent a las autoridades mallorquinas. Esa prenda, confeccionada en algodón o lino, adornada con cuatro bolsillos y jaretas frontales era muy normal en Sevilla durante las temporadas que me tocó vivir por cuestiones de trabajo hace más de 50 años. La guayabera la llevaba desde Leopoldo Sáinz de la Maza y Falcó, conde y ganadero de reses bravas, hasta el vendedor de periódicos del quiosco de La Encarrnación; desde el cliente habitual de ‘Los Corales’ o de “La Bodeguita Romero” hasta el vendedor callejero de lotería de la calle Matahacas. Unos, con manga larga y, otros, con manga corta, que de todo había. No cabe duda de que era más elegante la primera, con los puños cerrados hasta la muñeca. Incluso mi hija me trajo una guayabera que había comprado en La Habana. Ya lo dice el refrán: “Cuando el diablo no tiene qué hacer, con el rabo mata moscas”. Pero la prensa ya ni mata moscas ni distrae al lector. Solo lo espanta. De ahí su decadencia progresiva. Algunos diarios hasta dicen que Sánchez no supo vestir la guayabera, que le quedaba corta por abajo y que la usó con un pantalón inadecuado, como señalan que se pudo ver cuando aterrizó el pasado domingo en el aeropuerto internacional ‘Ernesto Cortissoz’, en Barranquilla, por donde se fue el caimán, y donde le esperaba a pie de avión la canciller ese país, Rosa Villavicencio, con la que el presidente del Gobierno posó a su llegada como si fuese el primer encuentro con una novia epistolar. Pero lo que en Felipe VI (según la prensa) “reforzaba su imagen, donde la nueva visión de la moda masculina en la que la comodidad, el simbolismo cultural y la elegancia pueden ir de la mano”, en Sánchez, por el contrario, la guayabera le quedaba como dos pistolas a san Tarsicio, el único santo que -como decía Cela- posa en los altares con minifalda.
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P.D.- Leo que 20 iglesias de Zamora cobrarán la entrada para poder ser visitadas, que “de no ser así, tendrían que echar el cierre”. Desde la diócesis -que ha presentado su balance pastoral y económico- se ha puesto de relieve “lo acertado de la iniciativa”. “Es -según afirman-, una llamada a vivir la fe desde lo cotidiano”. ¡Vamos, hombre…, ni que los templos fuesen churrerías donde regalasen a los fieles calentitos con chocolate a la taza! Vale.
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