Hace menos de un mes recibí el encargo que le hice a
mi hijo de traerme un san Gennaro
desde Nápoles, donde él se encontraba. Y todos los días miro la repisa donde lo
tengo colocado y me encomiendo a ese santo tan milagrero cuya sangre,
depositada en una ampolla, dicen que se licúa en determinadas fechas del año.
Pues bien, hoy también voy a referirme a esa ciudad caótica, volcánica y llena
de encanto donde ningún conductor respeta los pasos de cebra. Días pasados se
inauguraba en esa ciudad italiana el XIII Cumbre del Foro COTEC Europa para la innovación que preside Cristina Garmendia y que sirve, dicen,
de observatorio de la I+D+i en España y para proporcionar análisis y consejos
en materia de innovación, tecnología y economía. Y esa fundación tiene como
presidente de honor a Juan Carlos de
Borbón. Pues bien, en aquel encuentro de hace dos o tres días en el Teatro San Carlo, estaban presentes,
además del rey emérito en el que Franco
tuvo puestas todas sus complacencias, Felipe
VI, el ministro Duque, el presidente de Italia, Segio Mattarella, y el de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa. Y se interpretaron los himnos de los tres
países con el acompañamiento de un coro de niños. El himno de España fue
cantado con la letra que José María Pemán hizo en 1928 por
encargo del dictador Miguel Primo de
Rivera, adulterada años más tarde y sustituyendo fragmentos de tenor
falangista. Pemán lo mismo servía para dar con una letra entusiástica que para
escribir “Terceras” de ABC. Parece raro aquel error garrafal,
si tenemos en cuenta que a los países que vista el Jefe del Estado se les envía previamente una carátula con la música
oficial del país para evitar equívocos, verbigracia, que pueda hacer sonar “La atardecida”, del desaparecido Eduardo Falú, o “El ritmo del
boulevard”, de la zaragozana Susana Azuara, que canta con aseo. En
resumidas cuentas: aquel error de
protocolo asombró a los presentes, no sé si también al astronauta, y Mattarella
se vio obligado a tener que pedir disculpas a los españoles presentes. La
Marcha Real o Marcha Granadera, de autor desconocido, fue marcha de honor a partir de 1770, reinando
Carlos III, y se transformó en himno
nacional con Isabel II, salvo en
tiempos de las dos Repúblicas y del Trienio Liberal. Siempre se mantuvo sin
letra. En 1870, Juan Prim intentó buscar otro himno mediante concurso y que nada
tuviese que ver con la etapa borbónica. No sólo quedó desierto sino que a Prim
lo asesinaron meses más tarde. Y por acabar, no puedo pasar de largo que en
España sólo se gasta en I+D+i el 1’19 % del PIB, lo que hace que nos
encontremos en el decimoséptimo puesto del ranking comunitario. Una auténtica vergüenza. Conque menos sacar pecho. Visto lo visto, lo
del himno nacional con letra incluida sólo es una anécdota que nos retrotrae a
tiempos lóbregos llenos de desesperanza. Pero, claro, eso es como al que le
preguntan: “¿Cómo te fue la feria?”. Depende a quién se lo preguntes. La
respuesta la da hoy Jesús Maraña en Infolibre. Cuenta que Balzac comunicó a los amigos el
fallecimiento de un riquísimo pariente suyo al que heredaba: “Mi tío y yo hemos
pasado a mejor vida”, o sea.
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