jueves, 9 de mayo de 2019

Pasar a mejor vida



Hace menos de un mes recibí el encargo que le hice a mi hijo de traerme un san Gennaro desde Nápoles, donde él se encontraba. Y todos los días miro la repisa donde lo tengo colocado y me encomiendo a ese santo tan milagrero cuya sangre, depositada en una ampolla, dicen que se licúa en determinadas fechas del año. Pues bien, hoy también voy a referirme a esa ciudad caótica, volcánica y llena de encanto donde ningún conductor   respeta los pasos de cebra. Días pasados se inauguraba en esa ciudad italiana el XIII Cumbre del Foro COTEC Europa para la innovación que preside Cristina Garmendia y que sirve, dicen, de observatorio de la I+D+i en España y para proporcionar análisis y consejos en materia de innovación, tecnología y economía. Y esa fundación tiene como presidente de honor a Juan Carlos de Borbón. Pues bien, en aquel encuentro de hace dos o tres días en el Teatro San Carlo, estaban presentes, además del rey emérito en el que Franco tuvo puestas todas sus complacencias, Felipe VI, el ministro Duque,  el presidente de Italia, Segio Mattarella, y el de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa. Y se interpretaron los himnos de los tres países con el acompañamiento de un coro de niños. El himno de España fue cantado con la letra que  José María Pemán hizo en 1928 por encargo del dictador Miguel Primo de Rivera, adulterada años más tarde y sustituyendo fragmentos de tenor falangista. Pemán lo mismo servía para dar con una letra entusiástica que para escribir  “Terceras” de ABC. Parece raro aquel error garrafal, si tenemos en cuenta que a los países que vista el Jefe del Estado se les envía previamente una carátula con la música oficial del país para evitar equívocos, verbigracia, que pueda hacer sonar “La atardecida”,  del desaparecido Eduardo Falú, o “El ritmo del boulevard”,  de la zaragozana Susana Azuara, que canta con aseo. En resumidas cuentas: aquel error  de protocolo asombró a los presentes, no sé si también al astronauta, y Mattarella se vio obligado a tener que pedir disculpas a los españoles presentes. La Marcha Real o Marcha Granadera, de autor desconocido,  fue marcha de honor a partir de 1770, reinando Carlos III, y se transformó en himno nacional con Isabel II, salvo en tiempos de las dos Repúblicas y del Trienio Liberal. Siempre se mantuvo sin letra. En 1870,  Juan Prim intentó buscar otro himno mediante concurso y que nada tuviese que ver con la etapa borbónica. No sólo quedó desierto sino que a Prim lo asesinaron meses más tarde. Y por acabar, no puedo pasar de largo que en España sólo se gasta en I+D+i el 1’19 % del PIB, lo que hace que nos encontremos en el decimoséptimo puesto del ranking comunitario.  Una auténtica vergüenza. Conque menos sacar pecho. Visto lo visto, lo del himno nacional con letra incluida sólo es una anécdota que nos retrotrae a tiempos lóbregos llenos de desesperanza. Pero, claro, eso es como al que le preguntan: “¿Cómo te fue la feria?”. Depende a quién se lo preguntes. La respuesta la da hoy Jesús Maraña en Infolibre. Cuenta que Balzac comunicó a los amigos el fallecimiento de un riquísimo pariente suyo al que heredaba: “Mi tío y yo hemos pasado a mejor vida”, o sea.

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