Todo parece indicar que
el PP se está disolviendo como un azucarillo en una taza de café. Si los resultados
del próximo 26 de mayo le son adversos, Casado
debería tomar el hatillo y desaparecer
de la primera línea de fuego. En política no se debe aplicar aquella máxima que
se atribuye al estrafalario Groucho Marx: “Estos son mis principios. Si no le
gustan tengo otros”. Primero se
convirtió en el “mono de repetición” de Abascal,
para poco más tarde afirmar que Vox era la ultraderecha; después apareció en
los mítines junto a Aznar, para
posteriormente cambiarlo por Rajoy,
la otra cara de la falsa moneda. Jesús
Cacho, hoy en Vozpópuli, en su
artículo “La momia de Mariano y el brazo
incorrupto de Santa Teresa”, afirma: “Es el
final lógico de una historia que el gran culpable escribió, contra el más
elemental patriotismo, en un restaurante de la calle de Alcalá esquina a
Independencia, donde el malandrín se refugió, desde el mediodía del 31 de mayo
hasta bien entrada la noche, dispuesto a enfangar su pasado, arruinar su
presente y fundir su futuro en alcohol de distintas facturas, todo ello
mientras en el Congreso se decidía el futuro de España. Lo que aquella tarde
noche hizo Mariano Rajoy fue ceder la posición,
por usar un símil baloncestístico, a un adversario cuyo máximo logro hasta
entonces había consistido en perder todas y cada una de las elecciones en las
que había concurrido, y cada vez con peores resultados”. (…) “Mariano regaló
aquel día a Sánchez el Gobierno de España, una concesión insólita en la
historia de las democracias occidentales”. Y ahora, ¿qué? A los diputados del
PP sólo les quedará acercarse a la barra del bar del Congreso para beber
absenta, como hacía Modigliani
cuando carecía de inspiración pictórica, muerto prematuramente en el Hospital
de la Charité, en Saint-Étienne, a una edad cercana a la que ahora tiene
Casado. Ya lo dice la canción de Pedro
Navaja: “Sorpresas te da la vida, ¡ay, dios!”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario