domingo, 26 de mayo de 2019

¿Quiénes manipularon?



Señala hoy Antonio Burgos en ABC: “No debemos olvidar que la II República vino tras la manipulación de unas elecciones municipales, que ganaron los partidos que defendían a Don Alfonso XIII, pero un inmenso pucherazo puso a Su Majestad camino de Cartagena”. Como escribía Ángela Bernardo (Hipertextual, abril 12, 2015):Para entender qué ocurrió el 12 de abril de 1931, debemos viajar por una puerta del tiempo auxiliar, la que señala el 28 de enero de 1930. La también conocida como «dictadura con rey» no sólo había disuelto las Cortes, prohibido el uso de otras lenguas que no fueran el castellano o restringido las libertades políticas e impuesto la censura. También había sido responsable de la destitución de Miguel de Unamuno y de constantes conflictos sociales, lo que finalmente provocó la dimisión del gobierno dirigido por Primo de Rivera. La caída del general Primo de Rivera supuso el principio del fin de la monarquía de Alfonso XIII. El ascenso del también general Dámaso Berenguer vino motivado por el propósito de restablecer la ‘normalidad constitucional’. Nada de esto sucedió”.  Lo cierto es que no restableció plenamente la Constitución de 1876  ni convocó elecciones a Cortes como exigían los republicanos unidos tras el Pacto de San Sebastián. Tampoco ayudó a la concordia el fusilamiento de los capitanes Galán y García Hernández. Tras la destitución de Berenguer llegó el almirante Aznar, el 18 de febrero. Al poco de su llegada convocó los comicios municipales para el 12 de abril. Con la ley electoral entonces vigente (de 1907) y de conformidad con el artículo 29, en los distritos donde el número de diputados fuese igual al número de candidatos presentados, no habría elección, de modo que los candidatos eran elegidos de forma automática en beneficio de la perpetuación  de los caciques. Hasta entonces podían votar los varones mayores de 25 años. No se tuvo en cuenta hasta la llegada de la II República  el voto de la mujer. Según el Anuario del Instituto Nacional de Estadística de 1931, los partidos republicanos  sumaron más de 276.000 votos en Madrid;  los monárquicos no llegaron a 60.000. Algo parecido sucedió en Barcelona y Valencia, logrando ganar en 41 de las 50 capitales de provincia. (Las excepciones fueron Ávila, Burgos, Cádiz, Lugo, Orense, Palma de Mallorca, Pamplona, Soria y Vitoria. En Vitoria y Pamplona se repetirían las votaciones el 31 de mayo, con victorias republicanas).  Tales excepciones fueron en el medio rural por la influencia ejercida por los caciques. En este sentido, Ángela Bernardo recuerda que “el martes 14 de abril, las ciudades de Éibar, Valencia y Barcelona alzaron la bandera tricolor en sus instituciones. Sólo quedaba Madrid, pendiente de la decisión del monarca. Reunidos de urgencia el presidente Aznar y el monarca Alfonso XIII, se debatieron varias alternativas. Entre otras, destacaba el exilio del rey. Esta opción fue elegida finalmente tras el acuerdo entre Álvaro Figueroa y representantes de los partidos republicanos en una reunión en el domicilio de Gregorio Marañón, en el que se pactó la salida de la Familia Real de España con total seguridad”. En total hubo en España 81.099 candidaturas a concejales en 8.943 distritos. A Antonio Burgos le preguntaría: ¿dónde hubo pucherazos? La respuesta parece clara: en el medio rural, donde triunfaron los monárquicos por la presión ejercida por los curas desde los púlpitos, los caciques y los terratenientes y el temor a posteriores represalias si no se cumplían sus antojos. Los mismos avechuchos, casi todos ellos iletrados, que cinco años más tarde aplaudieron con las orejas el golpe de Estado dirigido por  Mola y la posterior guerra civil.

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