Doy por hecho que automedicarse no es buen remedio y
que debe ser el médico el que prescriba aquellos fármacos que necesita el
enfermo para intentar mejorar su dolencia. Pero siempre han existido medicinas
que podían adquirirse en las oficinas de Farmacia sin receta, entre ellas el ibuprofeno. Te lo recomendaba el médico
antes de darle los buenos días. Era como un bálsamo de Fierabrás que lo mismo
servía para unas tercianas que para controlar el baile de san Vito o para el
moquillo. Pues bien, hace unos días me acerqué a mi oficina de Farmacia en busca
de ese asequible medicamento contra el dolor. Siempre me habían entregado “ibuprofeno de 600 miligramos” para atajar
mis achaques. Esta vez me dieron “ibuprofeno
de 400 miligramos”. Al preguntar,
me indicó la farmacéutica que desde mayo, es decir, desde este mes, ya sólo
podía expender ese por la Ley de
Garantías y Uso Racional de los Medicamentos y que las sanciones por su
incumplimiento podían oscilar entre los 3.000 y los 6.000 euros de multa. En
resumidas cuentas, que para una receta de ibuprofeno
de 600 miligramos será necesario acudir al ambulatorio, esperar largos
turnos y confiar en que el galeno te
expenda una receta como si se tratase de una participación de lotería de Navidad.
Pero a grandes males, grandes remedios. Parece evidente, aunque no me hagan
mucho caso por si las moscas, que cuando el dolor es agudo (pongamos por caso
una artritis reumatoide) te permitas tomar pastilla y media de 400 miligramos.
¿Han tenido en cuenta ese detalle los diputados que hicieron esa modificación del Real Decreto
Legislativo 1/2015, de 24 de julio para transformarla en la Ley 29/2006, de 26 de julio?
Desde ahora, los farmacéuticos, antes de expender un fármaco deberán leer el código QR y verificar su precinto de
seguridad. Parece ser que con ello se evitarán las falsificaciones y, sobre
todo, las compras por internet, que
me parecen una locura. Día llegará, empero, que para adquirir una cajita
redonda de “pastillas Juanola” habrá
que acudir al ambulatorio y solicitar una receta. Y hasta puede que te la
nieguen, si el médico considera que el consumo de regaliz produce hipertensión.
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