viernes, 19 de febrero de 2010

El dedo tieso

Existe una epístola satírica de Francisco de Quevedo dirigida al poderoso Conde-Duque de Olivares, que comienza: “No he de callar, por más que con el dedo,/ ya tocando la boca, o ya la frente, / silencio avises o amenaces miedo”. Esto viene a cuento con la peineta hecha por José María Aznar a unos estudiantes que le abuchearon ayer en la Universidad de Oviedo. Fue un gesto grosero, más propio de un macarra barriobajero que de un ex presidente del Gobierno de España. Fue la respuesta rápida y ofensiva a unos insultos de educandos carentes de principios. Porque, cuando a alguien se le invita a conferenciar, en este caso una Universidad prestigiosa, una de dos: o se asiste al acto de forma cortés o, sencillamente, no se acude. La mejor forma de desprecio es no hacer aprecio. El dedo, cuando se pone tieso en este país, es como para echarse a temblar. Malo si te apuntan con el dedo; peor si te levantan el dedo en un corte de mangas; despreciable cuando te colocan de funcionario a dedo; suspicaz cuando una ministra, la ministra Aído, le indica a las mujeres cómo deben utilizar el dedo para recorrer una parte de su cuerpo; y no añadamos leña al fuego cuando decimos que los huesos de los dedos se llaman falanges, no sé si de las JONS, que entonces ya hay que tocar madera. El que lo ponga en duda, que se lo pregunte a Garzón.

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