miércoles, 10 de febrero de 2010

Hirsutismo

La noticia de Gulf News era lacónica: “Un embajador árabe ha cancelado su boda tras descubrir que su prometida, que lleva velo, tiene barba y es bizca. El hombre sólo se había encontrado con ella unas cuantas veces, en las que ella había escondido su rostro tras un niqab”. Igual es que al árabe en cuestión le habían presentado a un guardiacivil en traje de correría, con capa, tricornio, barbuquejo y cogotera, que también tiene su yu-yu, o a una carmelita descalza, de esas que tampoco se depilan por tener a su consorte en la diáspora, o sea, en el Cielo. En cualquier caso, eso de que las mujeres musulmanas deban esconder el pelo de la cabeza y el rostro bajo un tejido tupido, está fuera del tiempo, llámese nikab, hijab, chador o burka. El niqab es el hijab llevado al extremo, el que llevan las musulmanas suníes, consistente en un velo que sólo deja sin tapar los ojos. El hijab lo llevan las musulmanas chiíes y cubre el cabello y el cuello. El chador es un velo negro, que tapa cabello y cuello y llega hasta los pies; y el burka cubre a la mujer de pies a cabeza, dejando una rejilla a la altura de los ojos para que se pueda respirar. Gregorio Marañón, en uno de sus ensayos, aclaraba la causa por la que las monjas católicas se tapaban el pelo mediante una toca. Era, según él, por una razón sexual, para evitar el deseo. Las musulmanas se tapan porque el pelo es para los musulmanes belleza, y la belleza la mujer solo la puede mostrar en su casa, con sus familiares cercanos, mostrar su belleza en la calle es pecado, esta mal visto. En el caso de las mujeres judías, taparse con una kipa es una forma de expresar su sumisión a Dios. En la cultura católica, el velo para entrar en las iglesias desapareció con el Concilio Vaticano II, o sea, hace muy poco tiempo. Las monjas católicas, en Occidente, todavía utilizan algo muy parecido al hijab y nadie se sorprende. Vamos, que al embajador árabe deberían haberle presentado una estampita del cuadro “La mujer barbuda”, que se encuentra en el Museo Tavera, en Toledo, donde se muestra un caso severo de virilización e hirsutismo en la persona de Magdalena Ventura de los Abruzos. El duque de Alcalá, virrey de Nápoles, encargó a Ribera pintar a esta mujer, que aparece en el lienzo junto a su marido con un pecho fuera y un niño en brazos. Sin duda, tiene su morbo.
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