viernes, 12 de febrero de 2010

El Rey sale a escena

El Rey reina, pero no gobierna. Me parece plausible que en su condición de Jefe del Estado sienta cierta preocupación por la existencia en nuestro país de más de cuatro millones de trabajadores en paro, de la misma manera que entiendo su zozobra por nuestro endeudamiento económico, y su inquietud por la falta de entendimiento para llegar a los acuerdos necesarios entre Gobierno y Oposición, y sobre la necesidad de reformar las pensiones de jubilación mediante un nuevo Pacto de Toledo. Hasta aquí, nada que objetar. Pero, de eso, a hacer nuestras las estimaciones del diario ABC respecto a la figura del Monarca, hay un trecho. Según el diario ABC, de fecha hoy, Juan Carlos de Borbón es la máquina principal de nuestro devenir cotidiano. Así, A.Lecuna, bajo la entradilla “El Rey es el motor del pacto contra la crisis”, comenta lo siguiente: “Si hace tres décadas el Rey fue el «motor del cambio» hacia la democracia; en estos momentos, Don Juan Carlos está siendo el «motor del pacto» para sacar a España de la crisis económica. Y es que el Monarca ha intensificado en las últimas horas «sus contactos con los representantes del mundo económico, financiero, empresarial y laboral dadas las graves consecuencias de la crisis económica en nuestro país, especialmente en términos de destrucción de empleo», según informó esta mañana el Palacio de La Zarzuela”.

Por ahí no paso. El Palacio de la Zarzuela podrá lanzar a los medios los mensajes que considere oportunos. Es parte del mercadeo institucional. Es cierto que, en el día de hoy, el Rey ha recibido a los representantes de UGT y de Comisiones Obreras, y que ayer se entrevistó con Elena Salgado y con Miguel Blesa. Sin embargo, aún respetando la turbación del Jefe del Estado por la preocupante situación de España, debo aclarar lo siguiente: 1) Hace tres décadas, pese a lo señalado por Lecuna, no fue el Rey el “motor del cambio”en España, sino que el motor, la caja de cambios, el cigüeñal y hasta la tapa del delco, fue obra de una inmensa mayoría de españoles harta de los horrores de una dictadura que querían dejar atrás, aunando fuerzas y mediante consenso. Como apunte, el Rey se benefició de una Constitución que “metía de rondón” el tema de la Monarquía, donde se ratificaba que España era un Reino. Juan Carlos de Borbón sabe que, hasta entonces, los derechos dinásticos los ostentaba su padre, Juan de Borbón, y que el actual Rey había sido puesto “a dedo” por Francisco Franco para dejarlo todo “atado y bien atado”. O sea, para que existiese un continuismo fundado en los Principios Fundamentales del Movimiento y que, Juan Carlos I, siendo Príncipe de España, juró defender. La Constitución, digo, ratificó algo frágil, sólo hilvanado con alfileres; y, 2) Juan Carlos de Borbón, pese a lo que afirma el diario ABC, no está siendo ahora el “motor del pacto contra la crisis”. Ni mucho menos. No puedo aceptar que el Rey actúe ahora por incapacidad de Rodríguez Zapatero. Lo que sucede, a mi entender, es algo distinto. Los españoles están empezando a sentirse “incómodos” ante la ineficacia para que Gobierno, Patronal y Empresarios se sienten a una mesa de negociación; ven peligrar sus puestos de trabajo, el pago de sus hipotecas, sus jubilaciones, y todo aquello que hasta hace poco tiempo formaba parte del llamado “Estado de bienestar”.

El Gobierno, ahora, se siente incapaz de resolver de forma satisfactoria el problema creado en España con el control de la inmigración, otrora necesaria paras crear riqueza; la Patronal está en manos de la persona menos adecuada para representarla; la Banca, asistida en buena medida por el Gobierno para superar baches derivados de su patológica avaricia, continúa sin prestar ayuda a pequeños empresarios, a pesar de sus descomunales beneficios; la deuda pública contraída por el Estado está alcanzando cotas de libro; España y Grecia son a día de hoy los únicos países de la Eurozona en recesión; las cárceles rebosan y la Justicia se encuentra encerrada en un callejón sin salida; los miembros del Tribunal Constitucional están divididos en dos bandos irreconciliables; las Comunidades Autónomas, gobernadas por vergonzosos reyezuelos, gastan sin orden; el Tribunal de Cuentas está rebasado; los problemas derivados de la amenaza de secesión del País Vasco y de Cataluña continúan presentes; y, finalmente, los Cuerpos de la Guardia Civil y de la Policía Nacional se consideran mal pagados y, a mi entender, se percibe su malestar ante lo que parece un claro agravio comparativo con respecto a las policías locales gobernadas por los ayuntamientos y Comunidades Autónomas. Ante este negro panorama, parece normal que los consejeros de la Casa Real hayan hecho saber al Monarca la necesidad de que éste “salga a escena” hoy mejor que mañana, para que, tanto el pueblo llano, ese que sufre las consecuencias directas de una nefasta administración, como la Prensa, perciban de alguna manera la preocupación del Rey ante el siniestro panorama español, que no lleva visos de mejorar. La Monarquía es una flor a la que hay que regar todos los días para que no se marchite. El Rey es inteligente y sabe cómo llevar al toro con el capote bajo al medio de la plaza. Cuando el torero se sale del cuadro, aparece el fantasma de Granero. De la misma manera, cuando el pueblo se pone las pilas, aparece la figura de Alfonso XIII, su augusto abuelo, acomodado en un Dusemberg J y camino de Cartagena.

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