Vamos a ver, el juez de la Audiencia Nacional Pablo Ruz ha hecho lo que tenía que hacer, o sea, prohibir el “homenaje” a una ex presa terrorista, que no política, por parte de unos descerebrados. Exaltar el “currículo delictivo” de un terrorista sin escrúpulos, en este caso de Laura Riera, no está dentro del orden común de las cosas. Quedó probado que esa antigua funcionaria del Ayuntamiento de Tarrasa aprovechaba su tiempo de trabajo, que le pagaban los ciudadanos tarraserces, para facilitar al “Comando Barcelona” números de placas de matrículas con la intención de que dicha banda de sayones pudiese cometer los más espantosos asesinatos. Y esa “ayuda” a la causa de ETA tuvo la fatal consecuencia de que Francisco Cano, concejal del PP de Viladecavalls, fuera asesinado con una bomba-lapa en su coche el 14 de diciembre de 2000.
Este es un país donde se practican demasiados homenajes: a la mujer más anciana de un pueblo; al ganador del concurso de petanca de un conjunto residencial veraniego; al empresario de una “pyme” el día de su jubilación oficial (porque en la praxis no se jubila nunca); etcétera. Bueno, ahí no entro. En algo tiene que entretenerse la gente. Pero no es de recibo que eso que ahora se conoce como “plataformas alternativas”, que no sé muy bien a quiénes representan aunque lo intuya, estén esperando a que un monstruo del terrorismo, en este caso Laura Riera, salga de la cárcel de Wad-Ras tras 9 años de condena para hacerla “heroína catalana”, como en febrero pasado lo intentaron con los canallas Zigor Larredonda y Diego Sánchez. Algunos nacionalistas catalanes entienden que la libertad de los pueblos es imparable. Esa postura merece ser respetada siempre que, entre otras muchas cosas, no se pretenda saltar a la torera el artículo 578 del Código Penal.
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