domingo, 1 de agosto de 2010
Profetas mayores, menores y mediopensionistas
La amenaza de Urkullu nos produce estupor. Sus palabras son semejantes a las de aquel profeta que anunciaba la caída del Templo de Jerusalén, donde n o iba a quedar “piedra sobre piedra”. Enseñar los dientes a estas alturas de la Legislatura con la “posible caída del Gobierno” más que un vaticinio parece una evidencia. A los españoles nos ha brotado un Nostradamus de la misma manera que a Zapatero le ha retoñado un Gómez en el culo. Si ZP no se compromete con el autogobierno del País Vasco, “recogerá sus frutos”. Si Gómez no se retira como aspirante para presidir la Comunidad de Madrid, el PSOE lo seguirá teniendo “muy crudo”. Si no se profundiza en el Estatut, ZP se quedará sólo frente a los Presupuestos. O sea, hay que ayudar al PNV, o la formación política heredada de Sabino Arana quitará su apoyo a los socialistas en el Congreso. Parecido mensaje, aunque con otras palabras, al lanzado por Artur Mas en El Vendrell: "La incomprensió de l'Estat ens obliga a agafar altres camins, perquè Catalunya vol llibertat". Vamos, que a este Gobierno no le salva ni Dios. Ni las últimas encuestas serias de Metroscopia (donde se recortan posiciones respecto a la intención de voto entre PSOE y PP en 3’1 puntos) sirven, cuando todavía falta año y medio para los próximos comicios; tampoco, un viaje de barones socialistas a Fátima implorando un milagro; ni queda tiempo suficiente como para “fabricar” a toda prisa una leyenda, como la de Jonás comido por un pez, y que cuele entre los españoles indecisos. Las profecías a veces se malogran. Pero, por encima de la intención de voto, de los milagros en grutas y de las patrañas, están los proyectos políticos. Y por estos pagos, el PSOE ha perdido la aguja de marear y el PP carece de fórmulas alternativas de gobierno. Rajoy, sin cinturón de seguridad, mira al cielo para que una granizada de última hora no le estropee la cosecha. Mientras, ciertos colaboradores diarios de la prensa de la caverna se limitan a llenar papel con tinta “azul mahón”, con glosas conmovedoras al más rancio estilo de Antonio Izquierdo.
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