viernes, 20 de agosto de 2010

Nervios y desvaríos

Están nerviosos los miembros de la Derecha madrileña. Y esa destemplanza a flor de piel es la causa de que algunos ignominiosos patrioteros apunten simplezas aliñadas de xenofobia. Pero estoy convencido de que tales actitudes convulsivas de esos personajillos metidos a políticos a la pata coja se amansarán en su momento con el tranquilizante que produzca el futuro resultado de las urnas. Así, a Juan Soler, portavoz adjunto de la Asamblea de Madrid, lo que le fascina, por lo que se desprende de sus últimas declaraciones, son los sainetes de Carlos Arniches. Y a este tipo de no muy amplios horizontes le molesta el acento “como andaluz” de Trinidad Jiménez y entiende que ese tonillo “la hace más apta para Dos Hermanas o Vélez-Málaga”, que para aspirar a la Presidencia de la Comunidad de Madrid. A este sansirolé con acompañamiento de rondalla y mandolina, patatero y cuaternario, al que le espanta la idea del purgatorio político más que a Mariano Rajoy, la voz de Trinidad Jiménez le “suena como extraña” y entiende que “le falta fondo y cuajo madrileño”. A Juan Soler lo que le gusta –según parece-- es el madrileñismo de baja estofa. Posiblemente por esa causa haya confundido a la actual ministra de Sanidad con la señorita de Trévelez. Este hombre pertenece al “género chico” de la política y lo único que desea es que se hable de él, aunque sea para mal. Pero existe otro tipo singular. El concejal del PP en Madrid, Ángel Garrido, que es como aquel pobre Valbuena, redicho y con la sílaba recortada. Ha distinguido a Jaime Lissavetzky como “un señor de apellido imposible y aspecto de funcionario aburrido”. Y le ha llamado “Jaime nosecuantos”. En fin, me viene a la cabeza Montserrat Nebreda, hoy fuera del PP, cuando agravió a Magdalena Álvarez al criticar su acento. Posiblemente el andaluz sea una malformación del castellano, pero estos políticos de la caverna han demostrado ser, además de unos maleducados, de escasa utilidad pública. Si en mi mano estuviera, les prescribiría unas lavativas de lejía por ver si viraban al color sinople.

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