domingo, 29 de agosto de 2010
Oficios perdidos
Hoy domingo, al no tener mejor cosa que hacer, he recordado antiguas ocupaciones. Me ha venido a la cabeza el oficio de macero, aquel funcionario que en compañía de otro siempre abría las comitivas municipales con un raro uniforme compuesto de dalmática y gorro de terciopelo con pluma, que apoyaba sobre el hombro una pesada maza de metal. Se me antojaba lo más parecido a una sota de bastos de las barajas de don Heraclio. Otra, la de aguador. Recuerdo que siendo niño solía ver por las callejuelas del casco viejo de Calatayud a un tipo que, ayudado de una acémila y un ruidoso carromato de ruedas altas y llantas de acero, repartía agua de boca a los vecinos a cambio de unas monedas. Tampoco olvido la profesión de guardafrenos en los convoyes de mercancías, que viajaban en el interior de unas garitas del tamaño de un confesionario, situadas en un altillo sobre los topes de los vagones. Había otros oficios no menos sufridos. Por ejemplo, el de maletero de andenes de estación; o el de escopetero de RENFE, anterior al de guarda jurado. Los primeros vestían de calle y llevaban una gorra visera en la que podía leerse “mozo del exterior”.El invento de las ruedas en los equipajes de mano y la restricción de paso a los andenes con la llegada del AVE terminó con ellos definitivamente. Los segundos, o sea, los escopeteros, iban envueltos en un uniforme marrón carmelita y evitaban rapiña de raqueros y estraperlistas en los depósitos de mercancías. Portaban un sucedáneo de “Winchester” con acción de palanca. Tampoco se debe olvidar la curiosa estampa de los tratantes en ganado por ferias y mercados. Distinguía desde lejos a un mulo, burro, caballo, potro, buche, yegua o macho. Y sus colores: tejones, tordos, paticalzados, pardos, bayos, mohínos, luceros, alazanes, bragados y estellados. Resultaría interminable enumerar las antiguas ocupaciones de cuchilleros, cañiceros, toneleros, silleros, navateros, colchoneros, abarqueros, sogueros… Además de todas ellas destacaría tres, nunca valoradas suficientemente: limpiabotas de salón, cerillera de cafetín y palanganera de “meublé”. Un día les dedicaré la atención que merecen. Será cuestión de consultar con Eugenio Monesma, el aragonés que más sabe de oficios perdidos, para que me instruya sobre Germán el palomero; Emilio el esquilador; el rito de la matacía en los pueblos; el aceite de chinibro, las palmas de almez, etcétera. Nada más por hoy. Que tengan un feliz día.
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