Lo que hoy más le interesa a la
derecha española representada por el Partido Popular, es que el PSOE no pierda
escaños en las Cortes. Hay ya quien opina que “un PSOE con 100 o 105 escaños
terminaría siendo manejado por la extrema izquierda”. Y esa derecha, que ha
temblado con la marcha de Pérez Rubalcaba, vuelve a preocuparse ahora, más si
cabe, por el retiro de Susana Díaz como aspirante a la Secretaría General
del partido del puño y la rosa. La derecha actual se sentía cómoda con el
método Cánovas-Sagasta, o sea, con lo más parecido a aquel Pacto de El Pardo
llevado a cabo entre el Partido Liberal-Conservador y el Partido Liberal-Fusionista
pocos días antes de la muerte de Alfonso XII. Suponían Cánovas y Sagasta en
1885 que la alternancia de ambos partidos políticos durante la regencia de
María Cristina de Habsburgo (1885-1902) daría a España una cierta estabilidad
política.Y el general Arsenio Martínez Campos, artífice de la Restauración
borbónica, ante la pasividad de Serrano, consiguió una reunión entre ambos
políticos para llevar a cabo tal alternancia de partidos como aparente fórmula
magistral que desembocaría en una tremenda corrupción política en un país de
18’5 millones de habitantes, donde el 65% de los ciudadanos eran analfabetos y
donde la Iglesia Católica
más reaccionaria imponía sus fueros con su tralla de arreo. Pues bien, ahora,
como decía al principio, la falta de aspiraciones de Susana Díaz a ocupar, no
sé si por merecimientos propios, la Secretaría General
del PSOE, pone nerviosa a esa derecha con rabo de paja. Teme la escalada
imparable de Podemos y de Pablo Iglesias, el nuevo sosias de aquel Romero
Robledo que formó parte de la
Junta revolucionaria de Madrid y que consiguió el propósito
de destronar de Isabel II, pese a que más tarde fuese ministro de Fomento con
Amadeo I, de Gobernación con Alfonso XII y de Ultramar, primero, y Gracia y
Justicia, después, con la regente María Cristina. Y la derecha, ahora, nerviosa
ante unos acontecimientos que le sobrepasan con la abdicación repentina de Juan
Carlos I, donde se sentían cómodos y con mayoría absoluta en las dos Cámaras,
insinúa que la Secretaría General
del PSOE podría ser ocupada por José Bono para que el bipartidismo no decaiga.
Lanzan la idea al viento, (en este caso la ha lanzado Anson, ese “juanista”
amortizado que, entre otras cosas, no cree en la profesionalidad de los jueces
y lanza gritos de sirena para aforar a Juan Carlos cuanto antes) como si fuese
una bengala desde la cubierta de Titánic. La derecha, y termino, siente pánico
ante la descomposición del PSOE, a una ciudadanía que pueda dejar de ser
juancarlista en breve (el español es olvidadizo cuando quiere) e intenta salir
airosa ante un futuro poco prometedor (mientras siga la espada de Damocles de
los seis millones de parados sobre sus cabezas), para aquellos que han hecho de
la política y de una vergonzosa corrupción su asqueroso modo de vida.
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