El secretario de la Conferencia Episcopal,
José María Gil Tamayo, entiende que la
LOMCE “no respeta el derecho de de los padres a educar a sus
hijos desde sus convicciones (de los padres, no de los hijos, obligados casi
siempre a sufrir los desvaríos místicos de sus progenitores) ni los acuerdos
del Concordato” y desea que haya unos horarios mínimos de adoctrinamiento en
las escuelas. De hecho, ya están en la Conferencia Episcopal
pensando en solicitar del Gobierno un Decreto-Ley regulatorio. A mi entender,
ya va siendo hora de que el Gobierno denuncie aquellos acuerdos Iglesia-Estado
firmados por el entonces ministro Marcelino Oreja a finales de enero de 1979 y
que no tienen sentido en un Estado aconfesional. Adoctrinar, nada que oponer,
pero en las parroquias. En la Constitución
Española de 1978, Título 1, artículo 16-3, se dice que
“ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en
cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes
relaciones de cooperación con la
I.C. y demás confesiones”. Bueno, pues muy bien. Ya se
coopera con la I.C.
manteniendo el sueldo del clero y dejándo sus fincas rústicas y urbanas libres
de impuestos. Pero ni los enseñantes de Religión sufren concurso-oposoción como
el resto de los docentes ni “las consiguientes relaciones de cooperación” deben
estar a nivel del resto de las materias de estudio en los educandos. El
Concordato está obsoleto, las creencias religiosas son una cuestión de
costumbres más que de fe y el país no está para milongas de unos funcionarios
de la Iglesia
que todavía creen estar en la dictadura de Franco. Empecemos a ser serios si
queremos equipararnos al resto de la
Europa civilizada. El latín es sagrado, el trigo es sagrado,
y la educación de nuestros muchachos debe ser un asunto de Estado. Si el
excolaborador de “La Linterna”
desea solicitar decretos-leyes regulatorios, que se haga parlamentario y desde
su escaño lance sus propuestas al Gobierno en las sesiones parlamentarias de
control, o sea, los martes por la tarde en el Senado y los miércoles por la
mañana en el Congreso. ¡Ya está bien de decir gansadas!
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