Un artículo de Anson en El
Imparcial, “El aforamiento del rey Juan Carlos”, pone en evidencia el talante
antidemocrático de este periodista al que, a mi entender, se le va la chaveta.
Comienza diciendo que “no se pueden dejar ciertas cosas a la petulancia de
cualquier juez con ambición de estrellato”. Y después de indicar que uno de los
primeros decretos que debe firmar el nuevo rey es el aforamiento de su padre,
señala que “solo faltaría que un mindundi (sic) cualquiera pueda emprender,
para lucirse personalmente, un procedimiento judicial contra él. (…) Es absurdo
también -sigue escribiendo Anson- que
las Infantas no estén aforadas, cuando hay millares de personas en España que
gozan de esa cautela”, para terminar poniéndole la guinda al pastel: “La Justicia debe ser igual
para todos y, en determinadas circunstancias políticas o personales, está claro
que corresponde a la seriedad del Tribunal Supremo juzgar y sentenciar,
eludiendo el arbitrio de algunos jueces que han rozado en ocasiones la prevaricación”.
¡Toma ya! Lo que digo, que a Anson se le va la chaveta. A la familia del Rey,
incluida la infanta Cristina, que la juzgue la Historia, y al resto de
los ciudadanos que nos juzgue, si acaso, un juez de medio pelo, de esos que
tienen la toga raída, con aspecto de ser
prevaricadores en potencia y en esencia y que consiguieron su cargo en una
tómbola de La Caridad. Yo no conozco a ningún juez con esas características.
Anson, por lo visto, sí. España es un Estado de Derecho y Anson debería medir
lo que escribe antes de publicarlo. En la figura del actual rey se va a
producir inexorablemente un cambio
“sustancial”, que hace que Juan Carlos I deje de ser rey, es decir, que la cosa
deje de ser. Pero Anson, al que supongo que habrá leído a Aristóteles, prefiere
que ese cambio sea “accidental”, o sea, que no afecte esencialmente al rey
cesante, es decir, a la cosa. De cualquier manera, la urgente tramitación del
aforamiento del rey cesante, como parece que es el caso de España, solo se
concibe para aquel ciudadano que tiene rabo de paja; y, como decía Gila, no
miro a nadie.
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