Hoy, 3 de noviembre, hace 75 años que murió en Montaubán
Manuel Azaña Díaz., último presidente
de la II República.
Santos Juliá, en su artículo
El último Azaña, publicado en
El País, cuenta mejor que nadie el final
de este hombre: “A él también pretendieron fusilarlo. Varios esbirros de
Falange, con
Pedro Urraca al frente,
acecharon la ocasión de secuestrarlo con el propósito de someterlo a un consejo
de guerra y llevarlo al paredón, como ya había ocurrido con
Lluís Companys, y como ocurrirá con
Julián Zugazagoitia,
Francisco Cruz Salido y
Joan Peiró. Azaña logró escapar de su
residencia en Pyla-sur-Mer, con los alemanes pisándole los talones, hasta
llegar a Montauban. Allí, en el
Hotel de
Midi, convertido en un despojo, solo aspira ‘a que queden unos cientos de
personas en el mundo que den fe de que yo no fui un bandido’. Entre ellos quedó
el eminente historiador
Ramón Carande,
que muchos años después decía a sus amigos: hay que leer a Azaña; ustedes, los
jóvenes, tienen que leer a Azaña. También a este último Azaña, desaparecido hoy
hace 75 años, falto de todo poder, pero tan lúcido como siempre en su razón y
en su palabra”. Dos años antes de su muerte, Azaña dijo en un discurso en el
Ayuntamiento de Valencia algo que bien valdría para hoy: “Los abusos de la Generalitat son de
dominio público”. Azaña merecería que se le recordase sin rencor, que sus
restos regresasen a España y que, ya en nuestro territorio, recibiera los
honores que corresponden a un jefe del Estado. Así se hizo con los restos
traídos desde Roma de
Alfonso XIII y
así se hizo, también, con los restos de
Juan
de Borbón, que nunca fue rey ni jefe del Estado, antes de ser depositados
en el pudridero de El Escorial. Yo no digo que los restos de Azaña terminasen
siendo depositados en ese paraje de la Sierra de Guadarrama que tanto adoró, como se
demuestra leyendo
Los cuadernos robados,
es decir, sus
Diarios, 1932-1933. Torcuato Luca de Tena de forma cabal escribió
un espléndido artículo en el diario
ABC
(martes, 13-1-98. Pág.42) que tituló
¡Yo
soy el que robé las memorias de Azaña!, Y ahí explica que fue
Antonio Espinosa el que robó los
manuscritos. Pero para entender más la personalidad de Manuel Azaña, si cabe,
hay que completar esa lectura con otros dos artículos de Luca de Tena en el
mismo diario: uno de ellos,
Las otras
“memorias” de Azaña (jueves, 15-1-98. Pág. 66); y otro,
Azaña y sus desdenes (sábado, 17-1-98.
Pág. 38).
Y a mayor abundamiento,
quienes deseen conocer la voz de este gran político y mejor escritor les diré
que el 7 de febrero de 2008, el
Instituto
Cervantes de Roma reprodujo, por primera vez en público, la grabación del
último discurso pronunciado en el Ayuntamiento de Barcelona el 18 de julio de
1938, donde Azaña preparó a los republicanos para la derrota final y terminó
con un mensaje para el bando fascista: “Paz, piedad, perdón”. Como dijo
Antonio Machado: “Ayudadme a comprender
lo que os digo y os lo explicaré mejor”.
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