El líder de Ciudadanos, Albert
Rivera decía el otro día que, en caso de gobernar y disponer de la mayoría
necesaria, cambiaría el Senado de sitio. No es que pretenda ponerlo en Alcalá
de Henares o en Rivas-Vaciamadrid, sino que lo trasladaría a Barcelona. Y
leyendo a Ignacio Ruiz-Quintano en ABC, éste decía: “¿Y por qué no eliminar
también el Congreso? Se reúnen en Casa
Manolo los cuatro jefes de partido, y el edificio, para los okupas de Carmena”. Hombre, Ignacio, ¿y por qué no se deja como está para que el PP pueda
llevar a cabo juegos florales en sus instalaciones? Una cosa que ha dicho en su
artículo El Senado sí es cierta:
“Técnicamente, el fascismo es el sometimiento del legislativo al ejecutivo”.Es
decir, lo que está pasando en España desde que los socialistas mataron a Montesquieu. Eso de los tres poderes me
recuerda aquello que se decía en el catecismo de Astete respecto a la Santísima Trinidad, es decir a
las tres Personas distintas y un solo Dios verdadero. “¿El Padre es Dios?”, “sí, padre”; “¿el Hijo es Dios?”, “si, padre”; “¿el Espíritu Santo es Dios?”, “si, padre”, “¿Son tres dioses?”, “no,
padre”; y así. Claro, a nosotros, a los
adoctrinados, se nos quedaba cara como de haber visto a un burro volar. Mas o
menos, la misma cara que se nos está quedando escuchando a Rivera cuando afirma
que quiere llevarse el Senado a Cataluña. Y eso, ¿a quién beneficiaría? Tratar
de separar a los próceres del Reino (senadores) de los procuradores del Reino
(diputados) quedó reflejado en el Estatuto
Real otorgado por la regente María
Cristina durante la minoría de edad de Isabel
II y en la Constitución de 1837. Y una de las cosas buenas que
hizo la II República fue
suprimirlo. Pero volvió la cabra al monte y se hizo un Senado nuevo, con
piscina incluida, de composición mixta; es decir, por aquellos aspirantes al
Senado que iban en lista abierta y que eran elegidos por sufragio universal, y
por aquellos que designaban de forma directa, es decir, por las asambleas
legislativas de las distintas Comunidades Autónomas a razón de un senador
inicial y otro más por cada millón de habitantes en sus respectivos
territorios. Y es ahí donde se ha dado cabida a los “dinosaurios” excedentes de
la política activa, o sea a los políticos defenestrados en las urnas, como ha
sido el caso de Rita Barberá, Luisa Fernanda Rudi y un rabo de
“viejas glorias”. También, para dar cabida a otros miembros de formaciones
políticas que de antemano son conscientes de que no “rascarían bola” en ninguna
de las dos Cámaras de marchar por libre en los comicios. Y sabedores de su mala
situación de arranque, se ponen la venda antes de la herida en un intento, no
sé si vano, de asegurarse al menos dos senadores en los próximos comicios. Un
ejemplo evidente es el reciente pacto entre PP y Partido Aragonés firmado hace
pocas fechas en Zaragoza por Rajoy y
Arturo Aliaga, que asegurará dos
senadores del PAR por esa alianza, en el supuesto de que el PP vuelva a ganar
las elecciones generales del 20 de diciembre. En ese pacto, el PAR se compromete
a dar su apoyo a Rajoy en el debate de investidura y a respaldar su acción de
gobierno, y todos los electos de esa lista se integrarán en los grupos
parlamentarios populares. Un pacto semejante al que hizo por aquellos días
Rajoy con Javier Esparza, de Unión
del Pueblo Navarro. Algo así como el cuento
de la lechera.
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