
¡Qué
cerca estoy de ti… sin saber cómo,
oh,
tierra catalana!
La
de las costas de las calas verdes,
la
de los pueblos de las casas blancas,
la
de los montes de olorosos pinos,
la
de las vegas de las tierras grasas,
la
que ha sabido hacer rumor bucólico
del
trepidar fecundo de las fábricas,
la
de los hombres graves y corteses,
que
saben ser de ayer y de mañana.
¡Qué
cerca estoy de ti…sin saber cómo,
oh
tierra catalana!
Aquel
triste 27 de marzo, el ministro Castiella
asistía a una misa solemne oficiada por el cardenal Spellman en la catedral de San Patricio de Nueva York. Por la noche le fue ofrecida una cena en su
honor por el representante de los Estados Unidos en las Naciones Unidas, Cabot Lodge, en el hotel Waldorf Astoria. Al tiempo, Kruschev se dirigía al Arco de Triunfo,
en su visita a París. Qué lejos quedan ya aquellas noticias. El papel de prensa
ha virado al color sepia. La oda de Marañón a Cataluña parece como el apacible canto
de sirena varada en un arenal, bajo el cielo azulenco de Cadaqués. Aquel año
(1960) dejaba la dirección de “La
vanguardia española” el cartagenero Luis
de Galinsoga, impuesto por Franco,
por no entroncar con la realidad catalana. Antes había dirigido el ABC de Sevilla durante la Guerra Civil.
Galinsoga fue destituido en un Consejo de Ministros celebrado en El Pardo el 21
de enero de 1960 y sustituido por el conservador Manuel
Aznar (abuelo de José María Aznar),
fallecido en Madrid diez días antes que el generalísimo. Hay ocasiones en las
que al muerto se le escapa el aire por los pliegues de la mortaja y hay que
ponerle una pesada losa encima para que se le corte la respiración. Hasta es posible
que leer prensa a la que se le ha aplicado censura previa sea poco
recomendable. No están los tiempos como para templar gaitas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario