Jorge
Azcón, el nuevo alcalde de Zaragoza integrado en las
filas del PP, llevó en su programa electoral el impulso de la reforma del campo
de fútbol de La Romareda, para
conseguir mayor capacidad de aficionados y dar mayor refulgencia tanto a ese
recinto de titularidad públicacomo a un
equipo mediocre que lo utiliza,
integrado en Segunda División, cuyoprincipal accionariado (49%) está en manos de César Alierta Izuel. Azcón era conocedor de que ello daba votos. Y
una vez aupado a la Alcaldía, con la necesaria ayuda de Ciudadanos y de Vox,
sigue en sus trece. Para ello, desea implicar en esa “rara necesidad” ciudadana
a la Diputación General de Aragón, que preside el socialista Javier Lambán. La mejora de la
seguridad en los barrios, de las escuelas, de la limpieza pública, de las
asistencias sociales, de la ampliación de los carriles-bici, etcétera,
etcétera, no parece que sean asuntos prioritarios durante su mandato. Señala cierta
prensa aragonesa que “el encuentro entre Lambán y Azcón ha servido para
escenificar un cambio en las formas y en el fondo”. No cabe duda de que existe una clara empatía entre ambos políticos. Azcón, alardeando con una pirueta
insensata, ha señalado que en esta etapa se centrará más en las soluciones que
en los problemas. Pero, claro, mal se pueden dar soluciones a ignorados
problemas. Azcón, más galán que Mingo,
se cree capacitado para resolver hasta la
conjetura de Goldbach, con su pretensión de buscar soluciones a problemas
sin conocer previamente sus enunciados. Queda claro que los ciudadanos, dueños de
nuestro destino, tenemos lo que nos merecemos. Ya lo dice el viejo refrán: “Sarna
con gusto no pica”.
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