viernes, 27 de septiembre de 2019

Colón en la pintura



Ahora, cuando sólo faltan unos días para la celebración de la Hispanidad, aparece un libro de Juan Eslava Galán, “La conquista de América contada para escépticos” (Planeta), que desmorona muchas mentiras repetidas hasta la saciedad. Se sabe que el descubrimiento de América por Cristóbal Colón se produjo por error, que éste pretendía ir hasta Japón y se encontró con una isla, La Española, que creyó que era como un obstáculo salvable en su rumbo hacia su soñado destino. En una entrevista que en La Vanguardia hoy hace Víctor M. Armella a Eslava, el autor del libro hace referencia a la obsesión de aquellos navegantes por llegar a las Indias: la especiería. Cuenta que “pimienta, clavo, canela nuez moscada, comino…, les chiflaba a los europeos y pagaban lo que fuese. Rendían más beneficios que hoy la cocaína”. Y cuenta la anécdota de que Colón “regaló” unos indios a Isabel I de Castilla, y que ella los liberó. Colón  aceptó el proyecto de navegar en busca de las Indias Occidentales con ciertas exigencias: la concesión a su regreso del título de Almirante del Mar Océano, cargo de virrey  y gobernador de las tierras conquistadas y el diez por ciento de las posibles ganancias. Los consejeros de la reina Isabel entendieron que aquellas exigencias del marino eran desorbitadas y éste decidió marchar a Córdoba. La reina le volvió a llamar y aceptó y firmó las capitulaciones, como puede apreciarse en un óleo de Wenzel von Brozik. Pero las cartas náuticas de Colón estaban erradas en lo referente a la magnitud de la milla náutica. En consecuencia, estaba convencido de que Japón se encontraba a  2.400 millas de Canarias, cuando en realidad estaba a 10.600. Existe otro lienzo, esta vez de Dióscoro de la Puebla, donde puede verse a Colón el 12 de octubre de 1492 arrodillado en Guanhani, sosteniendo con su mano izquierda el pendón de Castilla, junto a un fraile que eleva un crucifijo frente a unos indígenas, desnudos y atónitos, ante la presencia de los recién desembarcados. Finalmente, hago referencia a otro lienzo, un óleo de Francisco García Ibáñez, donde los Reyes Católicos reciben a Colón en Barcelona en abril de 1493. Colón portaba siete indios, así como papagayos, plantas y frutos diversos. A la vuelta de su segundo viaje a América, fue discutida por los colonos su labor como gobernador de las tierras descubiertas. Se sabe que, en 1495, envió un primer cargamento de 300 esclavos indios para que un socio suyo los vendiera en Andalucía; y que en 1498 expidió cinco carabelas más repletas de esclavos. Fue recibido en Burgos y los reyes le disculparon y le encargaron un tercer viaje. Pero nada más llegar a La Española, en agosto de 1500, el corregidor Bobadilla apresó a los tres hermanos Colón y los devolvió encadenados a España. Para el que esté interesado en el tema, le recomiendo la lectura de “Brevísima relación de la destrucción de las Indias”, de Bartolomé de las Casas. El cuarto viaje de Colón fue una sucesión de desastres. Para terminar, haré referencia a otro cuadro, esta vez de Claude Jacquand, pintado en 1870 y conservado en el Museo de Le  Havre, donde puede contemplarse a un Colón roto, postrado en un sillón frente su hijo Diego poco antes de su muerte en Valladolid, ocurrida el 20 de mayo de 1506.

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