De
la obsolescencia programada hemos pasado a prescindir de aquellos operarios que
reparan los fallos de los
electrodomésticos. Ya nade repara un televisor o una lavadora. La razón es
simple. Entre salida del operario, piezas de recambio y horas de trabajo
invertidas hacen un montante parecido al que resulta de adquirir un aparato
nuevo con dos años de garantía. ¿Cuánto tiempo dura un ordenador? ¿Cuánto tiempo
dura un teléfono móvil, o un lavaplatos,
o un colchón? Leo en El correo de
Andalucía un interesante artículo de Ricardo
Gamaza (“De la media de nailon a la
e-chatarra”) donde recuerda la fecha
del 15 de mayo de 1940 en la que la empresa Dupont sacó a la venta las primeras medias de nailon en Estados
Unidos. Se acababan las carreras y tener que ir a esos chiscones a la entrada
de los portales donde unas señoras las arreglaban por un módico precio.
Aquellas medias eran irrompibles. Ello fue causa de que los empresarios
empeorasen el “milagroso” producto para que tuviesen fecha de caducidad. Desde
entonces hasta ahora todo tiene fecha de caducidad. En el caso de la moda sucede
algo parecido: cambiar las solapas de las chaquetas, acortar o alargar las
faldas, cambiar las hechuras de las corbatas… Pero existe una clara diferencia.
Los electrodomésticos que se estropean hay que cambiarlos por otros, pero la moda
siempre vuelve. Es cuestión de tener un buen fondo de armario y dejar dormir la
indumentaria obsoleta, como las oscuras golondrinas, hasta mejor ocasión, sabedores
de que siempre retornarán las chaquetas de tres botones, las corbatas anchas y
los zapatos de chúpame la punta. Conservo una vieja máquina de escribir Underwood que tiene ya más de noventa
años y sigue escribiendo. Sólo necesita ser limpiada y engrasada cada cierto
tiempo. Ricardo Gamaza cuenta que “para los países pobres nuestra basura es una
fuente de ingresos. Veamos un ejemplo: 100.000 teléfonos móviles pueden
contener casi 2 kilos y medio de oro, equivalentes a 130.000 euros, más de 900
kilos de cobre, valorados en 100.000 euros y 25 kilos de plata que se pueden
vender por más de 27.000 euros. Pero lograr este botín en las montañas de
basura conlleva graves riesgos para la salud de los recicladores que no tienen
muchas más opciones para poder sobrevivir que rebuscar y desguazar la basura
electrónica llena de productos altamente contaminantes”. Ya lo dijo Calderón de la Barca en un fragmento de
“La vida es sueño”: “…y cuando el rostro
volvió/ halló la respuesta, viendo/ que otro sabio iba cogiendo/ las hierbas
que él arrojó”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario