Cada domingo, Timoteo
Fillat se acercaba hasta la iglesia parroquial en tílburi para oír misa
mayor. Dejaba la caballería atada a la sombra de una acacia, se arreglaba el
nudo de la corbata, se quitaba el sombrero tirolés y entraba en el templo
saludando a los hombres que se encontraban en la puerta con aire de marqués. Y
en el interior de la iglesia, Timoteo Fillat daba dos dedos untados en agua
bendita a las señoras que iban detrás de él, tocadas con velo sobre la cabeza y
con un devocionario entra las manos. Timoteo Fillat disponía de varias
hectáreas dedicadas al cultivo de la espédrega de Agramunt, que es manzana
carmesí, de exquisito sabor y pequeño tamaño. Los domingos, Timoteo Fillat se
ponía un traje príncipe de Gales y se acoplaba unas botas altas con polainas
relucientes y en la solapa solía llevar prendado un pin con el escudo del Real
Club Celta de Vigo. De niño se empeñó en que su abuela le regalase una insignia
del Athletic de Bilbao que había visto en el escaparate de una tienda de
juguetes en Lugo. Cuando entraron, el dependiente, de bata azulona, cara afilada
y bigote recortado le dijo a mi abuela que no le quedaban, pero que podía
ofrecerle otra insignia. Y le enseñó la del Celta, que fue el resultado de la
fusión en 1923 de dos equipos: el Fortuna
Footbal Club y el Vigo Footbal Club,
de la mano de Manuel de Castro, Pepe Bar y Juan Baliño, aunque el futbol ya llevaba practicándose en Vigo por
los trabajadores británicos de Eastern Telegraph Company Ltd
desde 1873. Aquellos trabajadores se
encargaron de establecer un cable telegráfico entre Gran Bretaña y la Península
Ibérica. Y aquellos trabajadores, también, se encargaron de hacer el primer
equipo de fútbol: el Exiles Cable Club.
Más tarde existiría otro equipo: Petit, FC.
Timoteo Fillat dijo que no le importaba. Y se quedó con aquel escudo, compuesto de un emblema azul celeste con dos letras
"C" blancas (Club Celta), situado bajo la corona real y sobre la cruz
de Santiago. Durante la
Segunda República se suprimió la corona real, volviendo a recuperarse en 1957.
Los reos de cursilería y los entendidos en Heráldica dirían: “En campo de azur,
doble orla de plata abierta a la siniestra que son las iníciales del Club
Celta. Al escudo, lleva acolada la Cruz de Santiago en gules. Al timbre, corona
real cerrada de oro y pedrería, con ocho florones, visibles cinco”.
Sobre
lo cursi hay que acudir al ingenio de Ramón
Gómez de la Serna, que contraponía el snob, “el que pide en un
restaurante de postín gallinejas”, al cursi, “el que pide caviar en una taberna”.
Sobre Heráldica, emblemas y escudos prefiero no opinar. Eso lo dejo para Juan Manuel Arjona Bueno. Cuando salía
de la iglesia, al término de la misa dominical, Timoteo Fillat volvía montar en
su tílburi, decía “arre” en tono bajito a su mula torda, se acercaba a su finca
de manzanos, se sentaba en una piedra, sacaba de un bolsillo de su americana un
pequeño bloc de anillas y un lápiz e intentaba componer serventesios con letra
cursiva, procurando no reventar de
cansancio y evitando en la medida de lo posible la picadura de un alacrán. De
vez en cuando, sacaba de otro bolsillo interior de la americana una petaca que
contenía anís La Dolores y daba un sorbito a morro, por evitar que se quedase sin líquido el radiador de la oficina
de sus tripas. Y con un pañuelo moquero sacaba brillo a la insignia del Real
Club Celta de Vigo, la que le había regalado su abuela siendo él todavía un
niño. Hay cosas que conviene conservar en evitación de que un seco trallazo
quiebre el eje de la nostalgia.
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