martes, 5 de enero de 2021

Roscones y "pagafantas"

 

Menos mal que ya se acaban estas navidades atípicas en las que se han reunido menos familiares de los acostumbrados en torno a las cenas de Nochebuena y Nochevieja y en las que hemos aprendido que no existe acción sin reacción y que los errores siempre se pagan. La tercera ola de la pandemia ya enseña sus orejas. Como diría Mafalda: “Esto es el continuose del empezose…”. En Aragón, visto lo visto, hoy entran en vigor en el BOA un decreto firmado por el reyezuelo pasmado Lambán con las nuevas restricciones, en un intento no sé si en vano de mitigar los efectos de la cuarta ola (que la tercera ya la sufrimos) en un nuevo nivel de “alerta sanitaria 3 agravado”. Todo ello queda recogido en un Decreto-ley acompañado de una orden que establece ciertas modulaciones, donde se establece un “toque de queda” desde las 23.00 hasta las 6.00 horas salvo excepciones, confinamientos perimetrales de las tres provincias y los nuevos horarios de apertura y cierre de determinados establecimientos comerciales, aforos de locales en bares y locales de apuestas, etcétera, pero que no afectarán a despachos de bienes de primera necesidad, entre los que se encuentran prensa, librerías y papelerías, tintorerías, peluquerías y floristerías. Lo de las floristerías no termino de entenderlo. ¿Desde cuándo una floristería está considerada como bien de primera necesidad? Como no sea para llevar coronas a los tanatorios… Ya sólo nos queda tomar el roscón de Reyes y apagar las luces de los balcones compradas en las tiendas de los chinos. Lo del roscón es algo residual que las Saturnales, en las que se festejaba la finalización del periodo más oscuro del año y el inicio más horas de sol, cuando el año no concluía en diciembre sino hasta finalizado el mes de febrero, allá por el siglo II a.C. Fue en el siglo III d.C. cuando a alguien se le ocurrió introducir en aquella torta con miel el haba, símbolo de la fertilidad y de las buenas cosechas. Hasta que un cocinero, por agradar a Luis XV, cambió la humilde legumbre por una moneda de oro. Y el primer Borbón de la dinastía española, Felipe V, introdujo esa afrancesada moda en España. El pueblo, que todo lo copia aunque a su estilo, introdujo en los roscones una figurilla de cerámica. Pero la costumbre de introducir, además de la figurilla, el haba en el roscón volvió a mediados del siglo XIX, de tal modo que al que le sorprendía la figurilla se le nombraba “rey de la fiesta”, y al que le salía el haba se convertía automáticamente en el “tonto del haba” (que en el argot barriobajero se dice “tontolaba”) y, en consecuencia, se veía obligado a correr con el coste del roscón y de la merienda, que es el epíteto con el que hoy se conoce al “pagafantas” que siempre paga y nunca se come una rosca. Algo parecido a lo que contaba María Asquerino referido a Orson Welles, sobre el que cuenta que fue un “pagafantas” en un Festival de Cannes allá por los años 50, cuando presentaba la película 'Surcos', y -según afirmaba ella- la perseguía sin tregua.

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